Color: Verde
Santos:
Lecturas del día:
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Primera lectura
Santiago 1:19-27
19 Tenedlo presente, hermanos míos queridos: Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar, tardo para la ira.
20 Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
21 Por eso, desechad toda inmundicia y abundancia de mal y recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas.
22 Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos.
23 Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ése se parece al que contempla su imagen en un espejo:
24 se contempla, pero, en yéndose, se olvida de cómo es.
25 En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése, practicándola, será feliz.
26 Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana.
27 La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo.
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Salmo responsorial
Salmo 15:2-5
2 El que ando sin tacha, y obra la justicia; que dice la verdad de corazón,
3 y no calumnia con su lengua; que no daña a su hermano, ni hace agravio a su prójimo;
4 con menosprecio mira al réprobo, mas honra a los que temen a Yahveh; que jura en su perjuicio y no retracta,
5 no presta a usura su dinero, ni acepta soborno en daño de inocente. Quien obra así jamás vacilará.
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Evangelio
Marcos 8:22-26
22 Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque.
23 Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: «¿Ves algo?»
24 El, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan.»
25 Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las cosas.
26 Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.»