La gran promesa
Años después, siendo Lucía una postulante del convento carmelita de las Doroteas en Pontevedra (España), la Virgen se le apareció nuevamente. En aquella ocasión, María se presentó con el Niño Jesús en brazos y le mostró su corazón rodeado de espinas a Lucía; luego le dijo: "Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes".
"Tú, al menos, [continuó la Virgen] procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme, les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación", concluyó la Madre de Dios.
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