La fundación de la Congregación de los Hermanos Maristas se produjo el 2 de enero de 1817. La nueva comunidad, consagrada como "Compañía de María", dio inicio a las labores escolares. Previamente, sus miembros, conocidos como "los hermanos maristas", habían recibido de su fundador la instrucción adecuada para tan elevada misión.
El P. Marcelino envió a sus hijos espirituales a las parroquias cercanas en calidad de maestros de religión o catequistas. Con el correr del tiempo llegarían nuevos aspirantes a formar parte de la Congregación. De esta manera, ya con un número suficiente de "religiosos-educadores" aparecieron las primeras "escuelas maristas".
El método empleado por los maristas en las aulas estaba marcado por el ejercicio de la caridad, la práctica del canto y la participación activa de los alumnos. Todo trato humillante estaba rotundamente prohibido, así como los castigos físicos. El P. Marcelino, además, tenía la convicción de que toda pedagogía debía centrarse en el amor a María: "Todo en honor de Jesús, pero por medio de María. Todo por María, para llegar hacia Jesús".
"Nuestra comunidad -solía recordar a sus religiosos- pertenece por completo a Nuestra Señora, la Madre de Dios. Nuestras actividades deben estar dirigidas a hacerla amar, estimar y glorificar. Inculquemos su devoción a nuestros jóvenes, y así los llevaremos más fácilmente hacia Jesucristo".