Al mismo tiempo, vuestra nación se enfrenta a serias dificultades, incluidas formas nuevas y violentas de extremismo y fundamentalismo étnico, social y religioso. Tantos nigerianos han sido asesinados, heridos y mutilados, secuestrados y privados de todo: de sus seres queridos, de sus tierras, de sus medios de vida, de su dignidad, de sus derechos. Muchos no han podido regresar a sus hogares. Los creyentes, tanto cristianos como musulmanes, se han visto unidos en un trágico final a manos de personas que dicen ser religiosas, pero que abusan de la religión para convertirla en una ideología que se doblegue a sus intereses de opresión y muerte.
Quiero asegurarles que estoy cerca de vosotros y de los que sufren. Rezo todos los días por vosotros y os repito, para que os sirven de ayuda y estímulo, las palabras consoladoras del Señor Jesús, que siempre deben resonar en nuestros corazones: "La paz os dejo, mi paz os doy".
La paz -como bien saben- no es sólo la ausencia de conflictos o el resultado de un determinado compromiso político, o fatalismo resignado. La paz, para nosotros, es un don que viene de lo más alto, es Jesucristo mismo, Príncipe de la Paz, que de ambos pueblos hizo uno. Y sólo el que lleva la paz de Cristo en el corazón, como horizonte y estilo de vida, puede convertirse en artífice de la paz.