En ese periodo de formación, el joven mostró un carácter fuerte que "casi rayaba lo irascible. Pero tú lo veías y era un alma de Dios por un ejercicio interno de virtud que él hacía. Él decía que lo primero por lo que luchaba era por domar su carácter y la bestia interior que llevaba. Se doblegaba ante todo para mostrar el rostro misericordioso de Dios", dijo el P. González.
"Con el tiempo el joven Juan Manuel Martín del Campo se convirtió en un hombre de paz,
con la serenidad y confianza propia de quien tiene a Dios consigo. Eso lo transmitía y lo dejaba ver en su forma de actuar y de relacionarse con los demás. Era un pacificador nato, en que Dios había puesto ese don para calmar y confundir a los beligerantes", destacó.
El 16 de julio de 1939, recibió el ministerio del acolitado de manos Mons. Manuel Pío López Estrada, quien sucedió en el cargo de Obispo a San Rafael Guizar. Juan Manuel fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1940.
Su carácter fuerte y aguerrido lo ayudó a enfrentar las injusticias de su tiempo. Cuando tenía 28 años se enfrentó a los masones para recuperar un templo que estos habían convertido en un salón de baile.