Dejó los papeles a un lado porque "los discursos son aburridos", así que prefirió improvisar y dedicarles a los religiosos, religiosas, seminaristas y sacerdotes aquello que le salía del corazón en ese momento. El Papa Francisco mantuvo un encuentro emocionante y a la vez divertido con todos ellos en el Duomo de Nápoles, la Catedral de la ciudad.
El Pontífice habló sentado porque contó que "me han sugerido hablar sentado y así descanso un poco". Su intervención tuvo varias anécdotas con las que quiso animar y a la vez advertir sobre varias cuestiones. El Papa reflexionó sobre tres puntos: adorar a Jesús, amar a la Iglesia y ser misioneros.
Francisco contó cómo una hermana anciana le había dicho que debía ir a renovar un convento. "Este es un bello testimonio, estar siempre en camino, un camino en la vida consagrada", pero que también sirve "para sacerdotes".