Al reflexionar en el pasaje bíblico del profeta Zacarías, el Pontífice destacó la importancia de los niños y de los ancianos en las familias y en la sociedad porque son claros "signos de la presencia del Señor" con su pueblo, una "presencia que nos hace más humanos" y nos hace "maduros".
"El signo de la vida, el signo del respeto por la vida, del amor por la vida, el signo de hacer crecer la vida… es el signo de la presencia de Dios en nuestras comunidades y también el signo de la presencia de Dios que hace madurar a un pueblo cuando hay ancianos. Esto es hermoso: 'Se sentarán todavía en las plazas de Jerusalén, cada uno con el bastón en la mano, debido a su longevidad', es una señal…Es la señal, cuando un pueblo se preocupa por los ancianos y los niños, los tiene como su tesoro, es signo de la presencia de Dios, es la promesa de un futuro", expresó Francisco.
En esta línea, el Santo Padre animó a impulsar el intercambio recíproco entre los ancianos y los jóvenes, para ir en contra de la difundida cultura del descarte, una "ruina" que nos hace "devolver al remitente" a los niños que llegan o nos hace adoptar como "criterio" el de encerrar a los mayores en las residencias de ancianos porque "no producen", "porque impiden la vida normal".