Papa Francisco advierte: ¡Ignorar al pobre y al prójimo es despreciar a Dios!

Papa Francisco advierte: ¡Ignorar al pobre y al prójimo es despreciar a Dios!
El Papa saluda a los fieles durante la Audiencia General. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

Los pobres centraron la catequesis del Papa Francisco de la Audiencia General de esta semana, en la que reflexionó sobre la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro.

"¡Ignorar al pobre es despreciar a Dios! ¡Y esto debemos aprenderlo bien: ignorar al pobre es despreciar a Dios!", pidió el Papa.

Francisco comentó que "la vida de estas dos personas parece discurrir en dos caminos paralelos: sus condiciones de vida son opuestas y del todo no comunicantes. La puerta de la casa del rico está siempre cerrada al pobre, que yace allí fuera, buscando comer alguna sobra de la mesa del rico".

El rico "lleva vestidos de lujo, mientras que Lázaro está cubierto de llagas; el rico cada día banquetea alegremente, mientras Lázaro muere de hambre. Solo los perros se ocupan de él, y vienen a lamer sus llagas".

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El Papa expresó que "Lázaro represente bien el grito silencioso de los pobres de todos los tiempos y de la contradicción de un mundo en el que inmensas riquezas y recursos están en manos de pocos".

"Jesús dice que un día ese hombre rico murió, los pobres y los ricos mueren, tienen el mismo destino, todos nosotros, sin excepción, y entonces se dirigió a Abraham suplicándole con el apelativo de 'padre'. Reivindica así ser su hijo, pertenecer al pueblo de Dios".

Pero, "en vida no ha mostrado ninguna consideración hacia Dios, es más, ha hecho de sí mismo el centro de todo, cerrado en su mundo de lujo y de derroche. Excluyendo a Lázaro, no ha tenido en cuenta al Señor ni a su ley", señaló.

Francisco hizo notar que en la parábola el rico no tiene nombre, "mientras que del pobre se dice cinco veces que se llama Lázaro que significa 'Dios ayuda'". "Lázaro, que yace frente a la puerta, es un reclamo viviente al rico para recordarse de Dios, pero el rico no acoge tal reclamo. Será por tanto condenado no por sus riquezas, sino por haber sido incapaz de sentir compasión por Lázaro y de socorrerlo".

La última parte de la parábola cuenta que ocurrió después de que murieran. "El pobre Lázaro es llevado por los ángeles al cielo ante Abraham, el rico, al contrario, es precipitado a los tormentos".

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El rico alzó la vista y vio a Lázaro junto a Abraham y los ángeles y le pidió ayuda "mientras que en vida hacía como que no le veía".

"Cuántas veces tanta gente hace como que no ve a los pobres… para ellos los pobres no existen", pensó el Papa.

"Abraham en persona ofrece la clave de todo el relato: él explica que buenos y malos han sido distribuidos para compensar la injusticia terrena, y la puerta que separaba en vida al rico del pobre, si ha transformado en un gran abismo".

"Hasta que Lázaro estuvo bajo su casa –prosiguió- para el rico existía posibilidad de salvación, abrir la puerta y ayudar a Lázaro, pero ahora que ambos han muerto, la situación es irreparable".

El Pontífice advirtió que "la misericordia de Dios hacia nosotros está unida a nuestra misericordia hacia el prójimo. Cuando falta esta, tampoco ella encuentra espacio en nuestro corazón cerrado, no puede entrar".

"Si yo no abro la puerta de mi corazón al pobre, esa puerta queda cerrada, y también para Dios. ¡Esto es terrible!"

El Santo Padre finalizó su catequesis afirmando que "ningún mensajero y ningún mensaje podrán sustituir a los pobres que encontramos en el camino, porque en ellos viene a nuestro encuentro Jesús mismo".

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