Es preciso también una particular atención a los niveles de producción agrícola, el acceso al mercado de alimentos, la participación en las iniciativas y acciones y, sobre todo, el reconocimiento de que, a la hora de tomar decisiones, los países son iguales en dignidad. Es imprescindible asimismo comprender que, cuando se trata de afrontar eficazmente las causas del hambre, no serán las pomposas declaraciones las que extirpen definitivamente esta lacra.
La lucha contra el hambre reclama imperiosamente una generosa financiación, la abolición de las barreras comerciales y, sobre todo, el incremento de la resiliencia frente al cambio climático, las crisis económicas y los conflictos bélicos.
3. Uno de los principios que debe guiar nuestra vida y nuestro compromiso es la convicción de que «el tiempo es superior al espacio» (Exhort. ap. Evangelii Gaudium, 222), lo cual significa que hemos de impulsar, con claridad, convicción y tenacidad, procesos sostenidos en el tiempo. El futuro no habita en las nubes, sino que se construye al suscitar y acompañar procesos de mayor humanización.
Podemos soñar un futuro sin hambre, pero eso solo es legítimo si nos empeñamos en procesos tangibles, relaciones vitales, planes operativos y compromisos reales. La iniciativa Hambre Cero 2030 ofrece un marco propicio para ello y, sin duda, servirá para cumplir el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, que busca «erradicar el hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible».