Integrar, dialogar y generar: La Europa con la que sueña el Papa Francisco

Integrar, dialogar y generar: La Europa con la que sueña el Papa Francisco
El Papa pronuncia su discurso ante los mandatarios europeos. Foto: L'Osservatore Romano

El Papa Francisco advirtió hoy en el Vaticano del riesgo que supone olvidar la verdadera naturaleza de Europa, así como el objetivo de paz y solidaridad común para el que fue creado en favor de intereses particulares que lo único que hacen es debilitar el continente, levantando muros que dividen.

Lo dijo en un discurso que dividió en tres partes (capacidad de integrar, capacidad de diálogo y capacidad de generar) al recibir el Premio Carlomagno 2016 como reconocimiento a su compromiso y empeño por la paz, de la comprensión y de la misericordia.

El Premio Carlomagno es un prestigioso galardón que se entrega desde 1950 a personalidades que hayan realizado aportaciones muy importantes a los ámbitos político, económico y espiritual.

En el acto estuvieron presentes algunos dirigentes europeos, quienes escucharon el discurso que el Santo Padre dirigió y en el que se preguntó: "¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?", se preguntó.

El Pontífice explicó cómo sueña él mismo Europa haciendo un repaso por sus principales retos:

"Con la mente y el corazón, con esperanza y sin vana nostalgia, como un hijo que encuentra en la madre Europa sus raíces de vida y fe, sueño un nuevo humanismo europeo, 'un proceso constante de humanización', para el que hace falta 'memoria, valor y una sana y humana utopía'", dijo al comenzar a exponer su idea del continente.

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"Sueño una Europa joven, capaz de ser todavía madre: una madre que tenga vida, porque respeta la vida y ofrece esperanza de vida. Sueño una Europa que se hace cargo del niño, que como un hermano socorre al pobre y a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y piden refugio. Sueño una Europa que escucha y valora a los enfermos y a los ancianos, para que no sean reducidos a objetos improductivos de descarte".

El Papa continuó: "Sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano. Sueño una Europa donde los jóvenes respiren el aire limpio de la honestidad, amen la belleza de la cultura y de una vida sencilla, no contaminada por las infinitas necesidades del consumismo; donde casarse y tener hijos sea una responsabilidad y una gran alegría, y no un problema debido a la falta de un trabajo suficientemente estable".

"Sueño una Europa de las familias, con políticas realmente eficaces, centradas en los rostros más que en los números, en el nacimiento de hijos más que en el aumento de los bienes. Sueño una Europa que promueva y proteja los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes para con todos. Sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía".

Recordó el discurso que pronunció en noviembre de 2014 en el Parlamento Europeo, donde señaló que "en diferentes partes crecía la impresión general de una Europa cansada y envejecida, no fértil ni vital, donde los grandes ideales que inspiraron a Europa parecen haber perdido fuerza de atracción. Una Europa decaída que parece haber perdido su capacidad generativa y creativa".

Francisco invitó a "hacer memoria" y "escuchar la voz de nuestros antepasados". "La memoria no sólo nos permitirá que no se cometan los mismos errores del pasado, sino que nos dará acceso a aquellos logros que ayudaron a nuestros pueblos a superar positivamente las encrucijadas históricas que fueron encontrando", subrayó.

Precisamente, el Papa destacó cómo siguen en vigor los proyectos de los padres que fundaron Europa e incluso "inspiran, hoy más que nunca, a construir puentes y derribar muros".

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"Parecen expresar una ferviente invitación a no contentarse con retoques cosméticos o compromisos tortuosos para corregir algún que otro tratado, sino a sentar con valor bases nuevas, fuertemente arraigadas".

El Pontífice alertó contra los reduccionismos, porque "todos los intentos de uniformar, lejos de generar valor, condenan a nuestra gente a una pobreza cruel: la de la exclusión".

"Y, más que aportar grandeza, riqueza y belleza, la exclusión provoca bajeza, pobreza y fealdad. Más que dar nobleza de espíritu, les aporta mezquindad", dijo.

En definitiva, "estamos invitados a promover una integración que encuentra en la solidaridad el modo de hacer las cosas, el modo de construir la historia". "Una solidaridad que nunca puede ser confundida con la limosna, sino como generación de oportunidades para que todos los habitantes de nuestras ciudades -y de muchas otras ciudades- puedan desarrollar su vida con dignidad".

Sobre el diálogo, el Santo Padre explicó que "estamos invitados a promover una cultura del diálogo, tratando por todos los medios de crear instancias para que esto sea posible y nos permita reconstruir el tejido social".

"La cultura del diálogo implica un auténtico aprendizaje, una ascesis que nos permita reconocer al otro como un interlocutor válido; que nos permita mirar al extranjero, al emigrante, al que pertenece a otra cultura como sujeto digno de ser escuchado, considerado y apreciado".

"Hoy urge crear 'coaliciones', no sólo militares o económicas, sino culturales, educativas, filosóficas, religiosas", añadió.

Por último, Europa tiene que ser capaz de generar y para ello son indispensables los jóvenes. "Ellos no son el futuro de nuestros pueblos, son el presente; son los que ya hoy con sus sueños, con sus vidas, están forjando el espíritu europeo", subrayó.

"No podemos pensar en el mañana sin ofrecerles una participación real como autores de cambio y de transformación. No podemos imaginar Europa sin hacerlos partícipes y protagonistas de este sueño".

El Papa también dijo que "la distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral" y "si queremos entender nuestra sociedad de un modo diferente, necesitamos crear puestos de trabajo digno y bien remunerado, especialmente para nuestros jóvenes".

"Esto requiere la búsqueda de nuevos modelos económicos más inclusivos y equitativos, orientados no para unos pocos, sino para el beneficio de la gente y de la sociedad".

El Pontífice también alertó contra la corrupción y pidió una economía social "que garantice el acceso a la tierra y al techo por medio del trabajo como ámbito donde las personas y las comunidades puedan poner en juego 'muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades".

Por último, el Santo Padre recordó que "la Iglesia puede y debe ayudar al renacer de una Europa cansada, pero todavía rica de energías y de potencialidades".

"Su tarea coincide con su misión: el anuncio del Evangelio, que hoy más que nunca se traduce principalmente en salir al encuentro de las heridas del hombre, llevando la presencia fuerte y sencilla de Jesús, su misericordia que consuela y anima".

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