Hacia el año 287, durante las celebraciones en honor a Venus, un grupo de mujeres pasó recorriendo las calles de Sevilla con un ídolo de la diosa Salambona (equivalente babilónico de Venus) cargado en hombros. Cuando estas divisaron a Justa y Rufina, les pidieron el donativo habitual para la festividad, además de que se hinquen y adoren a la estatuilla de la diosa. Las hermanas se negaron a entregar dinero y rechazaron rendir pleitesía alguna a la imagen. El desaire provocó la ira de la turba, que se lanzó contra ellas.
Firmes en la fe por la gracia
Diogeniano, prefecto romano en Sevilla, en respuesta a la "provocación" mandó apresar a Justa y Rufina, las interrogó y las amenazó con crueles tormentos si persistían en defender la religión cristiana. Sin embargo, pese a las amenazas, las santas se resistieron a renegar de su fe, exclamando que sólo adorarían a Jesucristo:
"Eso que vos llamáis la diosa Salambona, no era más que un despreciable cacharro de barro cocido; nosotras adoramos al único Dios verdadero que está en los Cielos, y a su Hijo Jesucristo que se hizo hombre y murió por nosotros para salvarnos de nuestros pecados...".