Nosotros no nos escandalizamos porque no se escandalizó Jesús de que su proclamación del año de gracia del Señor -un año que es la historia entera- haya provocado un escándalo público en lo que hoy ocuparía apenas la tercera página de un diario de provincia.
Y no nos escandalizamos porque el anuncio del Evangelio no recibe su eficacia de nuestras palabras elocuentes, sino de la fuerza de la Cruz (cf. 1 Co 1,17).
Del modo como abrazamos la Cruz al anunciar el Evangelio -con obras y, si es necesario, con palabras- se transparentan dos cosas: que los sufrimientos que sobrevienen por el Evangelio no son nuestros, sino «los sufrimientos de Cristo en nosotros» (2 Co 1,5), y que «no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesús como Cristo y Señor» y nosotros somos «servidores por causa de Jesús» (2 Co 4,5).
Quiero terminar con un recuerdo. Una vez, en un momento muy oscuro de mi vida, pedía una gracia al Señor, que me liberara de una situación dura y difícil, momento oscuro. Fui a predicar Ejercicios Espirituales a unas religiosas y el último día, como solía ser habitual en aquel tiempo, se confesaron. Vino una hermana muy anciana, con los ojos claros, realmente luminosos. Era una mujer de Dios. Al final sentí el deseo de pedirle por mí y le dije: "Hermana, como penitencia rece por mí, porque necesito una gracia. Si usted la pide al Señor, seguro que me la dará". Ella permaneció silencio, se detuvo un largo momento, como si rezara, y luego me dijo esto: "Seguro que el Señor le dará la gracia, pero no se equivoque: se la dará a su modo divino". Esto me hizo mucho bien: sentir que el Señor nos da siempre lo que pedimos, pero lo hace a su modo divino. Este modo implica la cruz. No por masoquismo, sino por amor, por amor hasta el final[4].
[1] Como las que señala un maestro espiritual, el padre Claude Judde; una de esas frases que acompañan nuestras decisiones y contienen "la última palabra", esa que inclina la decisión y mueve a una persona o a un grupo a actuar. Cf. C. Judde, Oeuvres spirituaelles II, 1883, Instruction sur la connaisance de soi même, 313-319, en M.A. Fiorito, Buscar y hallar la voluntad de Dios, Bs. As., Paulinas 2000, 248 ss.
[2] "Antilegomenon" quiere decir que se hablaría en contra de Él, que algunos hablarían bien y otros mal.
[3] Cf. Centuria 1, 8-13.
[4] Cf. Homilía en la Misa en Santa Marta, 29 mayo 2013.