Experto explica la liturgia del Domingo de Ramos y los cambios por el coronavirus

Experto explica la liturgia del Domingo de Ramos y los cambios por el coronavirus
Misa del Domingo de Ramos de 2019 presidida por el Papa. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

La Iglesia celebra hoy el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor y da comienzo a la Semana Santa que este año, debido a la situación de emergencia sanitaria por la epidemia del coronavirus COVID-19, tendrá unas características particulares para evitar la propagación de la enfermedad.

D. Salvador Aguilera López, sacerdote de la Archidiócesis Primada de Toledo, licenciado en teología litúrgica por la Universidad Eclesiástica de San Dámaso de Madrid, España, explicó a ACI Prensa el significado de la liturgia de este día y cómo se va a celebrar este año bajo la emergencia por el coronavirus.

En primer lugar, expuso el motivo por el que recibe el nombre de "Domingo de Ramos en la Pasión del Señor": "La primera parte del título hace referencia a los ramos que llevan los fieles en la procesión, conmemorando así la entrada del Señor en Jerusalén y simbolizando el triunfo regio que Cristo ha obtenido al morir en la Cruz. La segunda parte, subraya el nexo intrínseco que hay entre ambos aspectos del misterio pascual: pasión y gloria; ya que como dice san Pablo: 'si sufrimos con Él, seremos también glorificados con Él' (Rom 8, 17)".

Sobre este nexo, D. Salvador citó el inicio de la homilía del Papa el Domingo de Ramos del 14 de abril de 2019 en la Plaza de San Pedro: "El Papa Francisco comenzaba su homilía describiendo los dos momentos característicos de esta celebración, es decir, la procesión y la lectura solemne de la Pasión, señalando el contraste que hay entre estas dos partes: 'Las aclamaciones de la entrada en Jerusalén y la humillación de Jesús; los gritos de fiesta y el ensañamiento feroz'".

El sacerdote experto en liturgia hizo hincapié, de nuevo, en que dichos nexos los volvemos a encontrar también en la eucología de la Misa: "en la oración colecta le pedimos al Padre que imitemos el ejemplo de humildad de nuestro Salvador y aprendamos las enseñanzas de su Pasión para participar así de su Resurrección gloriosa".

"Nuevamente aparece en el Prefacio: Cristo, siendo inocente, se dignó padecer por los impíos y ser condenado injustamente en lugar de los malhechores, para borrar con su muerte nuestros delitos y alcanzarnos la salvación al resucitar".

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En cuanto a la procesión que precede la Celebración Eucarística, el liturgista dice que: "dicha procesión quiere ser una mímesis o imitación de la entrada del Hijo de Dios en Jerusalén los días previos a su pasión redentora".

Para ello, "el Misal Romano nos ofrece tres formas: procesión, entrada solemne y entrada simple. La forma primera o procesión es la más conocida o usada: en una iglesia o menor u otro lugar se reúnen el sacerdote y los fieles y, tras asperjar con agua bendita los ramos, se proclama el evangelio de la entrada del Señor; tras una breve homilía, comienza la procesión hacia la iglesia en la que se va a celebrar la Eucaristía.".

Junto a esta primera formula el Misal Romano incluye otras dos descritas por D. Salvador de la siguiente manera: "La forma segunda o entrada solemne se usa cuando no es posible hacer la procesión fuera de la iglesia; por eso, antes de la Misa principal se reúnen el sacerdote y los fieles en el lugar donde se tiene la bendición de los ramos y, tras la proclamación del Evangelio, se inicia la procesión hacia el altar en el que se va a celebrar la Eucaristía".

"La forma tercera o entrada simple se usa en las restantes misas de este domingo y consiste en que, mientras el sacerdote se dirige al altar, tiene lugar un canto que haga alusión a la entrada del Señor en Jerusalén; por tanto, sin bendición de ramos, sin proclamación del Evangelio ni procesión".

Hay que tener en cuenta, dice el experto en liturgia, cuanto señalan las normas emanadas por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos "En tiempo de Covid-19" (del 19 y 25 de marzo) con respecto al Domingo de Ramos: "La Conmemoración de la Entrada del Señor en Jerusalén se celebrará en el interior del edificio sagrado: en las iglesias catedrales se adoptará la forma segunda o entrada solemne y en las iglesias parroquiales y en los demás lugares, la forma tercera o entrada simple; por tanto, la forma primera o procesión no tendrá lugar este año".

En la Liturgia de la Palabra de este día "se nos ofrece como primera lectura el tercer cántico del Siervo (Is 50, 4-7): 'No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado'. La respuesta orante en el Salmo responsorial es: 'Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has abandonado?', el grito que escuchamos de labios de Jesús en la Cruz. La segunda lectura está tomada de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses (2, 6-11): 'Cristo Jesús se humilló a sí mismo, por eso Dios lo levantó sobre todo'".

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La particularidad de la Liturgia de la Palabra, destaca el sacerdote, es esta: "Mientras que, en todas las celebraciones eucarísticas del año, la proclamación del Evangelio la hace el diácono o el sacerdote, el Domingo de Ramos y el Viernes Santo se hace de un modo diferente".

"Serán tres los que hagan la lectura de la Historia de la Pasión del Señor que, aun siendo una proclamación solemne, no irá acompañada de cirios, ni de incienso, ni de la salutación inicial, ni de la asignación del libro y ni siquiera del beso del mismo al final". Además, destacó "que en el Domingo de Ramos se lee la Pasión según los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), mientras que la Pasión según san Juan se proclama el Viernes Santo".

El último gesto llamativo que tienen en común las celebraciones del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor y el Viernes Santo en la Pasión del Señor, dice don Salvador Aguilera López es que todos los fieles se arrodillan por unos instantes: "durante la lectura de la Historia de la Pasión del Señor, tras narrar la muerte de Cristo en la Cruz, todos los fieles se arrodillan y permanecen unos instantes en silencio. Este silencio ante la muerte de nuestro Redentor en la Cruz, tal como señala el Cardenal Robert Sarah: 'transforma, purifica y da paz al hombre. Le permite estar en comunión con los sufrimientos y la muerte de Cristo, entrar plenamente en la vida divina' ('La fuerza del silencio')".

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