El P. Benoka recordó que fueron más de 120.000 los cristianos que huyeron de la llanura de Nínive al Kurdistán iraquí tras el ataque del Estado Islámico en 2014. "Según las estadísticas, tenemos a dos mil familias que viven en contenedores. Otras dos mil familias viven en casas alquiladas por la iglesia local, gracias a la ayuda de diversas organizaciones, sobre todo organizaciones católicas. Y hay más familias, entre 4.500 a 5.000 familias, que viven en casas alquiladas por cuenta propia. Ellos mismos pagan el alquiler de la casa".
Sin embargo, los cristianos no solo perdieron sus casas, señaló, sino también "la vida pasada, también toda la historia. Porque durante siglos de historia, habíamos plasmado, dado forma, modelado Irak. Con nuestra sangre, con nuestras lágrimas y con nuestros sudores, por el trabajo".
También perdieron a quienes ellos creían amigos, sus vecinos musulmanes. "Creíamos que teníamos muchos amigos musulmanes, pero parece que no era así, porque después de nuestro desplazamiento hacia el norte del Irak, muchas familias musulmanas residentes ahora en Mosul y Nínive, nuestra ciudad, cuando entraban en nuestras casa, buscaban, llamaban a las personas y a sus amigos diciendo: 'Mira, amigo. Yo soy tal y cual, estoy en tu casa, todas tus propiedades son ahora mías'".
Además, reveló el sacerdote, la vida en el Kurdistán iraquí se hace cada vez más difícil para los cristianos "porque no encuentran trabajo. Si quieren trabajar en Erbil o en otras zonas del Kurdistán, no es posible o hay muy pocas posibilidades. ¿Por qué? Porque el Kurdistán ha recibido a casi 1.400.000 de refugiados sirios. Esto es casi la misma cantidad de población kurda local, con lo cual, la posibilidad de trabajo, es muy rara".