Sí, pero -me dirán ustedes- el mundo piensa de otro modo. Se habla mucho de amor, pero en realidad rige otro principio: que cada uno se ocupe de lo suyo. Queridos jóvenes, no se dejen condicionar por esto, por lo que no funciona, por el mal que hace estragos. No se dejen aprisionar por la tristeza o el desánimo resignado de quien dice que nunca cambiará nada. Si se cree en esto uno se enferma de pesimismo.
Y vosotros, ¿habéis visto de un joven pesimista? ¿Habéis visto qué cara tiene? Una cara amarillenta, una cara de amargura. El pesimismo te enferma de amargura. Se envejece por dentro. Y se envejece siendo jóvenes. Hoy existen muchas fuerzas disgregadoras, muchos que culpan a todos y todo, amplificadores de negatividad, profesionales de las quejas. No los escuchen, porque la queja y el pesimismo no son cristianos, el Señor detesta la tristeza y el victimismo. No estamos hechos para ir mirando el piso, sino para elevar los ojos y contemplar el cielo, a los otros, a la sociedad.
Y cuando estamos decaídos, porque todos en la vida tenemos unos momentos un poco bajos, todos conocemos esta experiencia. Y cuando estamos decaídos, ¿qué podemos hacer? Hay un remedio infalible para volver a levantarse. Es lo que has dicho tú, Petra: la confesión. Me preguntaste: «¿Cómo puede un joven superar los obstáculos del camino hacia la misericordia de Dios?».
También aquí es una cuestión de mirada, de mirar lo que importa. Si yo les pregunto: "¿En qué piensan cuando van a confesarse?", no, no lo digáis en voz alta. "¿En qué piensan cuando van a confesarse? Estoy casi seguro de la respuesta: "En los pecados". Pero -les pregunto-, ¿los pecados son verdaderamente el centro de la confesión? ¿Dios quiere que te acerques a Él pensando en ti, en tus pecados, o pensando en Él? ¿Qué es lo que quiere Dios? ¡En Él! ¿Cuál es el centro, los pecados o el Padre que perdona todo? ¡El Padre! No vamos a confesarnos como unos castigados que deben humillarse, sino como hijos que corren a recibir el abrazo del Padre. Y el Padre nos levanta en cada situación, nos perdona cada pecado.