A los 19 años, esa inquietud lo impulsó a ser misionero durante un año en el Instituto Paiva, obra de la congregación salesiana en Sarandí del Yi. Por esa decisión, dejó de lado el mundial de Chile y repartió el dinero que había juntado con sus amigos para aquel viaje. Asimismo, dejó a su novia y regaló sus queridas remeras (camisetas) de rugby.
"Dejé todo: rugby, novia, facultad, plata, amigos y me fui al medio del campo a una obra salesiana donde vivían 70 jóvenes hijos de peones rurales que aprendían oficios, gente muy sencilla".
Verde explicó a Montevideo Portal que su labor era servir en lo que fuera. "Esa experiencia me transformó por completo, fue un antes y un después. Pero no fue mágico, fue un proceso. Dije: Bueno, Dios, basta de todo lo que aprendí y lo que me enseñaron los viejos, quiero ver dónde estás y qué tenés que ver conmigo. Y si verdaderamente estás".
"Cuando volví de esa experiencia descubrí que, entre comillas, Dios me devolvió mucho más de lo que yo le había dado en camisetas, en todo. Sentí que fue el año que más disfruté de mi vida, estando en el medio del campo al servicio de unos curas que estaban a su vez al servicio de gurises", agregó.