Así responde un sacerdote italiano al “monseñor gay” que escandalizó al Vaticano

Así responde un sacerdote italiano al “monseñor gay” que escandalizó al Vaticano
Foto: Twitter

El sacerdote italiano Maurizio Patriciello, conocido en ese país por sus críticas a la contaminación y sus consecuencias contra la humanidad, tuvo duras palabras hacia el "monseñor gay" Krzystof Charamsa, que reveló su homosexualidad y su vida en pareja un día antes del inicio del Sínodo sobre la Familia.

Mons. Krzystof Charamsa es un sacerdote polaco que se desempeñaba como oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como docente de dos universidades pontificias, y que el 3 de octubre reveló en el diario italiano Il Corriere della Sera que es homosexual y mantiene una relación sentimental con otro hombre. 

Ese mismo día fue separado de sus funciones en la Congregación para la Doctrina de la Fe y en las universidades pontificias, y el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, señaló que las declaraciones de Charamsa constituían una "indebida presión mediática" sobre el Sínodo y dijo que fue un actuar "muy grave e irresponsable".

En una carta abierta, el P. Maurizio Patriciello afirmó que la vida en pareja de Charamsa es una traición a las promesas sacerdotales y es un intento por "confundir al prójimo".

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"Un sacerdote o un laico casado que esconden una amante, son simplemente traidores. Si en vez de un compañero, el monseñor polaco hubiese tenido una compañera, habría sido la misma cosa", aseguró en el texto difundido en su página en la red social Facebook.

El P. Patriciello subrayó que "ningún creyente está obligado a consagrarse". "El celibato que la Iglesia Católica de rito latino exige, a nosotros los sacerdotes, lo hemos recibido con alegría", expresó.

A continuación el texto completo de la carta abierta del P. Maurizio Patriciello a Mons. Krzystof Charamsa:

Nadie tiene derecho a confundir al prójimo. Sobre todo a aquellos menos preparados culturalmente, espiritualmente, psicológicamente. Un monseñor polaco –mi hermano– en la víspera del Sínodo sobre la Familia ha pensado que llegó el momento de revelar al mundo que es gay. El momento, ciertamente, era el menos oportuno. La pregunta surge espontáneamente: ¿por qué no lo ha hecho antes? Entretanto –como era previsible– la noticia "picante" ha dado vueltas por las redacciones, por las diócesis, por la web. Los comentarios se multiplican. No vamos a entrar, por ahora, en el fondo de la cuestión.

Durante el Sínodo sobre la Familia serán afrontados temas delicados que tienen al mundo católico atento y preocupado. Pero también lleno de fe y de esperanza. La Iglesia quiere ser madre para todos. No quiere que haya privilegiados. No quiere excluir a ninguno de la misericordia de Dios. Jesús no es propiedad privada. El Papa Francisco sobre esto ha sido clarísimo.

El verdadero problema es otro. Este hermano ha confesado tener un "compañero". Qué cosa quiso decir con eso no lo sé. Si –como se puede pensar– quiere decir que tiene un compañero con el que ha establecido una relación afectiva, sentimental, sexual, suscitan algunas preguntas.

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La Iglesia no la hemos inventado nosotros. La Iglesia es la esposa que escucha al Esposo. Para conocerle, amarle, servirle. La Iglesia camina con los hombres de su tiempo, a quienes lleva el anuncio gozoso de que "Jesús es el Cristo". Naturalmente a sus ministros la Iglesia les pide que acepten algunas reglas. Sobre aquellas que proceden de la Palabra de Dios no puede transigir. Sobre las otras se podrá discutir. Por esto la necesidad  de estar unidos.

Ningún creyente está obligado a consagrarse. La vocación es un don. Durante los años de la formación, no solo una vez, los candidatos al sacerdocio son invitados a repensar y revisar la elección hecha. En el día de su ordenación a todos se les pregunta si quieren vivir de un cierto modo.

El celibato que la Iglesia Católica de rito latino exige, a nosotros los sacerdotes, lo hemos recibido con alegría. Libremente. Solemnemente. Lo hemos elegido nosotros. Todos hemos dicho, en voz alta y ante cientos de personas, que queremos vivir en castidad. Aun sabiendo que vendrían días en que la castidad –como todos los estados de vida– sería pesada. Todo esto lo sabíamos. Y justo por esto nunca hemos dejado de rezar, sabiendo que solos poco podemos hacer.

Lo dijo Jesús: "Sin mí no podéis hacer nada". Lo que podría significar: "Conmigo podéis escalar las climas más altas con los pies descalzos… podéis surcar los mares…". Esto vale para todos: casados, célibes, consagrados. Cierto, todos podemos caer en una trampa. Todos, en la vida, podemos tropezar. Todos podemos cambiar de ideas. Es importante sin embargo asumir la responsabilidad de las propias elecciones. Sin dejar que recaiga sobre los demás. Sin hacerse pasar como víctima de un sistema atávico. Sin engañar al prójimo.

El "no" que el candidato al sacerdocio dice al ejercicio de la sexualidad es el pedestal donde se incrusta el "sí" que ha dicho a Cristo, a la Iglesia, a los hermanos. Este argumento vale para todos, no solo para los sacerdotes. Quien lleva al altar a su novia y le dice: te recibo como mi esposa y prometo serte siempre fiel…" está renunciando a todas las mujeres del mundo. A menos que quiera engañar. Pero entonces entramos en otro campo.

El monseñor polaco no se ha descubierto gay en estos días. Imagino que ya lo era al momento de la ordenación. No sé cómo ha hecho para responder a las preguntas de su obispo antes de que le impusiera las manos sobre la cabeza. Habría podido no acceder al sacerdocio católico, que ofrece a los sacerdotes el estado de castidad.  Más allá de cualquier otra consideración teológica y moral, es una cuestión de seriedad y de honestidad.

Para todos vale la obligación de mantener la palabra dada. Un sacerdote o un laico casado que esconden una amante, son simplemente traidores. Si en vez de un compañero, el monseñor polaco hubiese tenido una compañera, habría sido la misma cosa.

Me alegro de que haya salido a la luz pública. Respeto su vida privada. Pero el fantasma de la homofobia que está intentando agitar a los cuatro vientos no viene a cuento. Insistir en esto es deshonesto. El Señor los bendiga a todos. Padre Maurizio Patriciello.

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