Alfred Hitchcock y el día que lloró al recibir la Eucaristía

Alfred Hitchcock y el día que lloró al recibir la Eucaristía
Alfred Hitchcock / Crédito: Wikimedia Commons y Pixabay

A pesar de que el legendario cineasta Alfred Hitchcock se alejó de la práctica activa de su fe buena parte de su vida, el catolicismo encontró su camino en alguna de sus películas e, inclusive, recobró esa fe antes de morir gracias a la Eucaristía frecuente.

"Hitchcock había estado fuera de la Iglesia por algún tiempo, y respondió a las respuestas en latín de la vieja manera. Pero lo más notable fue que después de recibir la comunión, lloró en silencio, con lágrimas rodando por sus enormes mejillas", escribió para The Wall Street Journal el P. Mark Henninger, uno de los dos sacerdotes que celebraban Misa en el hogar del director en sus últimos días.

El legendario Alfred Hitchcock, el "maestro del suspenso", falleció el 29 de abril de 1980 en su casa de Bel Air en Estados Unidos a la edad de 81 años. Su filmografía incluyó más de 50 películas en el género de suspenso como "The Birds", "Vertigo", "Psycho," "North by Northwest", entre otras.

En varias ocasiones se ha intentado contar la historia completa del director de cine, pero siempre se dio poca atención a su fe, ya sea en el filme "Hitchcock" del 2012 o las biografías de Patrick McGilligan (2004) o Peter Ackroyd (2016).

Sin embargo, a lo largo de su juventud, Hitchcock estuvo inmerso en la fe católica. Criado como católico, fue enviado al Colegio Salesiano en Battersea y a la escuela jesuita de gramática en el St. Ignatius College en Stamford Hill, Londres.

Su esposa Alma Reville se convirtió al catolicismo antes de su matrimonio, y la pareja se casó en una ceremonia religiosa en la iglesia Brompton Oratory en Londres.

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En los últimos años de su vida, Hitchcock fue visitado frecuentemente por los sacerdotes jesuitas P. Tom Sullivan y P. Mark Henninger.

Este último escribió en el Journal sobre cómo él, un joven sacerdote de Cleveland, fue invitado a acompañar a su amigo, el P. Sullivan, a la casa del famoso director.

"Ese sábado cuando encontramos a Hitchcock dormido en la sala de estar, Tom lo sacudió suavemente. Hitchcock se despertó, miró hacia arriba y besó la mano de Tom, dándole las gracias", detalló el sacerdote.

Luego, el P. Henninger dijo que, después de un tiempo de conversación, todos cruzaron "desde la sala de estar hasta su estudio, y allí, con su esposa, Alma" celebraron "una Misa tranquila", donde el director sollozó.  

"Tom y yo volvimos varias veces, siempre los sábados por la tarde, a veces juntos, pero recuerdo haber ido solo una vez".

"Tenía 81 años y tenía dificultad para moverse, así que le ayudé a levantarse y cruzar el camino. Mientras caminábamos lentamente, sentí que tenía que decir algo para romper el silencio, y lo mejor que podía decir era: 'Bueno, señor Hitchcock, ¿has visto alguna buena película últimamente?' Hizo una pausa y dijo enfáticamente: No, no lo he hecho. Cuando hice películas, se trataba de personas, no de robots. Los robots son aburridos. Vamos, vamos a la misa", añadió.

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Luego, el sacerdote afirmó que el cineasta murió poco después las visitas y la Misa fúnebre se llevó a cabo en la iglesia Good Shepherd Catholic Church de Beverly Hills.

Si bien Hitchcock tuvo dificultades para adaptarse a los cambios que siguieron al Concilio Vaticano II y una vez rechazó la oportunidad de reunirse personalmente con el Papa, muchas de sus películas más populares, como "I Confess", "Vertigo", "Rear Window", "Strangers on a Train", emplearon imágenes y temas religiosos.

Finalmente, el P. Henninger afirmó, sobre el regreso a la fe católica de Hitchcock en sus últimos años, que "nada enfoca la mente tanto como la muerte" aunque algunas personas lo consideren como "signo de debilidad".

"Hay una larga tradición que se remonta a tiempos antiguos de memento mori, de recordar que se debe pasar la muerte. ¿Por qué? Sospecho que al enfrentar a la muerte se puede ver al menos de manera sobria, con claridad o no, las verdades perdidas durante años, lo que finalmente merece la atención", concluyó.

Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en National Catholic Register.

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