El Papa Benedicto XVI recordó que, en sus Confesiones, San Agustín hace notar que cada vez que iba a ver al Obispo de Milán, lo encontraba ocupado con una multitud de personas llenas de problemas y por cuyas necesidades se esforzaba al máximo.
Siempre había una larga cola esperando para hablar con San Ambrosio, buscando en él consuelo y esperanza.
Cuando el obispo no estaba con la gente, algo que sucedía por breves instantes, o bien reponía su cuerpo con las comidas necesarias o alimentaba su espíritu con la lectura.
Aquí, San Agustín se maravilla, porque San Ambrosio leía las Escrituras con la boca cerrada, sólo con los ojos. En los primeros siglos cristianos la lectura se concebía estrictamente para la proclamación, y hacerlo en voz alta también facilitaba su comprensión.
El hecho de que San Ambrosio pudiera leer sólo con los ojos sugirió al admirado San Agustín que el obispo tenía una rara habilidad para familiarizarse con la Biblia.
8. El consejo de San Ambrosio
San Ambrosio también le dio a Agustín un consejo muy famoso, que muchas personas citan hoy sin siquiera saber de dónde viene.
San Agustín notó que las costumbres litúrgicas en Roma eran diferentes a las que se usaban en otros lugares, y San Ambrosio le aconsejó: “Cuando estés en Roma, haz lo que hacen los romanos”.
Eduardo Berdejo
Profesional en Comunicación Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Perú, tengo más de 20 años de experiencia en periodismo digital católico. Como parte de ACI Prensa he sido enviado a cubrir los viajes del Papa Francisco a Cuba, México, Colombia y Perú, además del Sínodo de la Sinodalidad en el Vaticano en 2023.