Cuando Jessica Williams quedó embarazada del hijo de otro hombre mientras ella y su esposo estaban separados, su esposo la presionó para abortar.
En cuanto tomó la primera pastilla abortiva, la mifepristona, se arrepintió.
“Como enfermera, la realidad de lo que había hecho me golpeó con fuerza. Aquí estaba yo, trabajando para salvar vidas y a punto de quitar la vida de uno de mis propios hijos”, dijo Williams, quien tenía nueve semanas de embarazo.
Pero como enfermera, Williams sabía que, a pesar de que la pastilla cortaba el suministro de progesterona a su hijo, el bebé podría seguir con vida. Todavía no había tomado la segunda pastilla, el misoprostol, que expulsaría al bebé de su cuerpo.
Cuando encontró un centro de apoyo a embarazadas, First Choice Pregnancy Services en Las Vegas, el personal la recibió de inmediato para una ecografía. “Me hicieron una ecografía gratuita, y ese momento lo cambió todo”, dijo.
Su bebé seguía con vida.