En los casos más graves, asistimos a episodios de malestar, violencia, acoso, opresión, incluso a jóvenes que se aíslan y ya no quieren relacionarse con los demás. Creo que detrás de estos sufrimientos también hay un vacío excavado por una sociedad incapaz de educar la dimensión espiritual, por estar centrada solamente en el ámbito técnico, social o moral de la persona humana.
De joven, san Agustín era un chico brillante, pero profundamente insatisfecho, como leemos en su autobiografía, "Las Confesiones". Buscaba por todas partes, entre la carrera y los placeres, y hacía de todo, sin encontrar ni la verdad ni la paz. Hasta que descubrió a Dios en su corazón, escribiendo una frase muy profunda, que vale para todos nosotros: “Mi corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
Esto es lo que significa educar para la vida interior: escuchar nuestras inquietudes, no huir de ellas ni atiborrarlas con lo que no sacia. Nuestro deseo de infinito es la brújula que nos dice: “No te conformes, estás hecho para algo más grande”, “no te conformes con ir tirando, ¡vive!”. El segundo de los nuevos retos educativos es un compromiso que nos afecta cada día y en el que ustedes son maestros: la educación digital.
Ustedes viven en ella, y eso no es malo, hay enormes oportunidades de estudio y comunicación. ¡Pero no dejen que sea el algoritmo el que escriba su historia! Sean ustedes los autores: utilicen la tecnología con sabiduría, pero no dejen que la tecnología los utilice a ustedes.
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También la inteligencia artificial es una gran novedad —una de las rerum novarum, es decir, de las cosas nuevas— de nuestro tiempo. Sin embargo, no basta con ser “inteligentes” en la realidad virtual, sino que hay que ser humanos con los demás, cultivando una inteligencia emocional, espiritual, social y ecológica. Por eso les digo: edúquense para humanizar lo digital, construyéndolo como un espacio de fraternidad y creatividad, no como una jaula en la que encerrarse, ni como una dependencia o una evasión.
En lugar de ser turistas de la red, ¡sean profetas en el mundo digital! En este sentido, tenemos ante nosotros un ejemplo muy actual de santidad: san Carlo Acutis. Un joven que no se convirtió en esclavo de la red, sino que la utilizó con habilidad para el bien.
San Carlo unió su hermosa fe a su pasión por la informática, creando un sitio web sobre los milagros eucarísticos y convirtiendo así internet en una herramienta para evangelizar. Su iniciativa nos enseña que lo digital es educativo cuando no nos encierra en nosotros mismos, sino que nos abre a los demás; cuando no te pone en el centro, sino que te centra en Dios y en los demás.
Queridos amigos, llegamos finalmente al tercer gran reto que hoy les confío y que está en el centro del nuevo Pacto Educativo Global: la educación para la paz. Ven claramente cómo nuestro futuro se ve amenazado por la guerra y el odio que dividen a los pueblos.
¿Se puede cambiar este futuro? ¡Por supuesto! ¿Cómo? Con una educación para la paz desarmada y desarmante. De hecho, no basta con silenciar las armas, es necesario desarmar los corazones, renunciando a toda violencia y vulgaridad.
De este modo, una educación desarmante y desarmada crea igualdad y crecimiento para todos, reconociendo la misma dignidad de cada chico y chica, sin dividir nunca a los jóvenes entre unos pocos privilegiados que tienen acceso a escuelas muy costosas y muchos que no tienen acceso a la educación.