El arzobispo Gabriele Caccia, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, mostró su preocupación ante las “hostilidades” en torno a la planta nuclear de Zaporiyia, ubicada en el sur de Ucrania y bajo control ruso desde el año 2022.
Se trata de la mayor instalación atómica de Europa y ha sido objeto de múltiples denuncias de bombardeos cruzados desde el inicio del conflicto.
El diplomático de la Santa Sede expresó su “profunda preocupación” por los riesgos que suponen las instalaciones nucleares situadas en zonas de conflicto. “Las hostilidades en curso en torno a la central nuclear de Zaporiyia son un duro recordatorio de los graves peligros que surgen cuando la infraestructura nuclear civil se ve involucrada en una guerra”, advirtió durante su intervención en la 80ª sesión de la Asamblea General dedicada a los efectos de la radiación atómica.
Así, advirtió de las consecuencias “catastróficas” que tendría una fuga radiactiva en la central ucraniana, “la mayor de su tipo en Europa”, y subrayó que dicha emergencia “tendría repercusiones no solo en la población ucraniana, sino también en los países vecinos y en el medio ambiente mundial”.
Su voz se suma así a la de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) que mantiene equipos de observación en la zona para monitorear la seguridad y que ha alertado en varias ocasiones del riesgo de un accidente nuclear de gran magnitud.