6 de diciembre de 2025 Donar
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Robo en el Louvre priva a Francia del legado católico devoto de la emperatriz Eugenia

Agentes de la Policía francesa acordonan la entrada del Museo del Louvre tras un robo de joyas el 19 de octubre de 2025, en París./ Crédito: Kiran Ridley/Getty Images.

El Museo del Louvre en París se convirtió en el escenario de un atraco meticulosamente planificado a plena luz del día la mañana del domingo 19 de octubre. Cuatro hombres con casco irrumpieron en la Galerie d’Apollon —hogar de las Joyas de la Corona de Francia— y robaron ocho piezas de joyería descritas por el ministro del Interior, Laurent Nuñez, como de “valor patrimonial incalculable”.

Entre los objetos sustraídos se encontraba el broche “relicario” de la emperatriz Eugenia, que recordaba al mundo la ferviente fe católica de la esposa de Napoleón III, hoy más conocida como pionera del lujo moderno.

Los ladrones, que llegaron en un camión al Quai François Mitterrand —la avenida ribereña que discurre junto al Sena justo debajo de la fachada principal del Louvre, en el centro de París—, utilizaron una plataforma elevadora para alcanzar una ventana del primer piso, irrumpieron en la galería y escaparon en scooters en cuestión de minutos. Una joya —la corona de la emperatriz Eugenia— fue posteriormente hallada rota cerca del museo, mientras los ladrones siguen prófugos.

Fabricado en 1855 por el joyero de la corte Paul Alfred Bapst, el broche combinaba el esplendor imperial con un simbolismo íntimo.

Expertos del Louvre señalaron que el término “relicario”, asociado al broche desde la venta de los Diamantes de la Corona en 1887 y grabado en su pasador de sujeción, ha intrigado desde hace tiempo a los historiadores. La joya no contiene ninguna cámara visible para albergar una reliquia.

Sin embargo, debido a que puede desmontarse, los conservadores sugieren que quizá fue diseñado para permitir la inserción de un elemento intermedio que posteriormente pudiera contener una reliquia. En la parte posterior de su estuche hay un pequeño compartimento que podría haber servido para este fin, un detalle coherente con la reconocida devoción personal de la emperatriz Eugenia.

La pieza estaba engastada con 94 diamantes, incluidos tres de procedencia extraordinaria. Dos —conocidos como Mazarin 17º y 18º— formaban parte del legendario conjunto de 18 gemas legadas a Luis XIV por el Cardenal Jules Mazarin en 1661, mientras que la piedra central —que fue en su día un botón del jubón del Rey Sol y posteriormente un pendiente de María Antonieta— vinculaba tres siglos de historia francesa.

El historiador Éric Anceau, especialista en el Segundo Imperio francés, calificó el robo de “catástrofe”.

“Ha desaparecido una pieza de nuestro patrimonio forjada a lo largo de tres siglos”, escribió.

La asociación patrimonial Sites et Monuments hizo eco de este sentimiento, describiendo el broche como “un breve compendio de la historia de Francia” y advirtiendo que sus gemas “probablemente serán desmontadas y recortadas para facilitar su reventa”.

La reputación de la emperatriz Eugenia como soberana a la moda a menudo ha eclipsado su profunda piedad personal. Los testigos contemporáneos la describen como caritativa y devota, incluso en exceso a ojos de sus detractores. Rezaba a diario, apoyaba a las órdenes religiosas y supervisaba personalmente las donaciones imperiales a hospitales, parroquias y fondos de socorro, esfuerzos a los que a veces se aludía como su “Ministerio de la Caridad”.

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Su fe también fue reconocida por la Iglesia. Con motivo del bautismo del príncipe imperial en Notre Dame de París, en junio de 1856, el Papa Pío IX le envió una Rosa de Oro, la más alta distinción pontificia para premiar la piedad o los servicios prestados a la Iglesia.

Dos años más tarde, intervino para reabrir la gruta de Lourdes a los peregrinos tras la curación de su hijo, como subrayó Aleteia, que también menciona que durante la epidemia de cólera de 1865 visitó personalmente a los enfermos, llevando consuelo a los afligidos.

La Fondation Napoléon conserva hoy algunos objetos devocionales de la emperatriz Eugenia, entre ellos un rosario obsequiado por monjes trapenses en Argelia en 1865 y un libro de oraciones en el que dejó anotada de su puño y letra la fecha de la muerte de Napoleón III en 1873.

El broche-relicario encarnaba la continuidad entre monarquía e imperio, entre poder y fe. Mediante sus diamantes reales reutilizados y su diseño historicista de plata dorada y motivos florales, el broche reflejaba tanto el genio artístico de Francia como su patrimonio cristiano. Su desaparición marca, por tanto, la pérdida de un vínculo tangible entre la grandeza temporal de Francia y su alma como hija primogénita de la Iglesia.

Las autoridades francesas han abierto una investigación por “robo organizado y asociación criminal para delinquir”, dirigida por la Brigada Anticrimen de la Policía Judicial de París. Actualmente hay sesenta investigadores asignados al caso.

Según TF1/LCI, el 21 de octubre surgió una pista prometedora: la plataforma elevadora utilizada en el robo fue rastreada hasta un robo de vehículo en la cercana localidad de Louvres, donde varios hombres que se hacían pasar por compradores supuestamente sustrajeron la máquina tras amenazar a un empleado nueve días antes del atraco.

Los investigadores descubrieron posteriormente que la matrícula y las marcas identificativas de la plataforma habían sido alteradas, lo que se suma al creciente conjunto de pruebas dejadas por los ladrones, incluidas dos radiales, un guante, un soplete, una manta, un walkie-talkie y una garrafa de gasolina.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.

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