La semana pasada el Papa León XIV introdujo una reforma significativa en la arquitectura económica de la Santa Sede.
Con el motu proprio Coniuncta Cura, el Santo Padre revocó la exclusividad que hasta ahora tenía el Instituto para las Obras de Religión (IOR) —conocido popularmente como el “Banco Vaticano”— para la gestión de las inversiones, abriendo la posibilidad de recurrir a otros intermediarios financieros extranjeros, si se considera más eficiente o conveniente.
La nueva normativa no busca sacar las inversiones fuera del ámbito vaticano, sino abrir la posibilidad de gestión a intermediarios financieros acreditados: “Si hay una suma que invertir, antes se hacía sólo a través del IOR; pero ahora puede hacerse también a través de la APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica). Eso no significa que las inversiones se realicen fuera, sino que pueden intervenir organizaciones financieras externas para ayudar al Vaticano”, detalla a ACI Prensa el vaticanista Mimmo Muolo, experto en finanzas de la Santa Sede y periodista del diario de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) Avvenire.
El Papa León XIV —que tiene experiencia práctica en el gobierno económico como superior de la Orden de San Agustín— “ha querido aplicar en el Vaticano el principio económico de la diversificación”, indica Muolo.
Reactivado el otro pulmón económico-financiero del Vaticano
Esta decisión supone en la práctica “reactivar el otro pulmón económico-financiero del Vaticano”, explica. La APSA, de hecho, es el órgano encargado de gestionar los bienes inmuebles de titularidad vaticana que suman unos 2.400 apartamentos, la mayoría situados en Roma y Castel Gandolfo. Además, hay otros 600 pisos alquilados a negocios o utilizados como oficinas.