El abogado uruguayo Guzmán Carriquiry Lecour llegó con 27 años recién cumplidos a Roma para trabajar de forma temporal en la Curia Romana. Pero nunca regresó a su país. Fue el primer laico en conocer la maquinaria del Vaticano, donde al final acabó prestando 48 años de servicio a cinco pontífices, de Pablo VI a Francisco.
“No he vivido en un antro de luchas de poder ni de corruptelas. La gran mayoría de las personas que he conocido, desde los cardenales hasta los simples minutanti, trabajan con un profundo sentido eclesial y de servicio al Papa”, asegura en una entrevista con ACI Prensa.
Carriquiry no idealiza la Curia, pero la defiende de las caricaturas. “Es inevitable —admite—, que en el Vaticano como en toda burocracia humana haya Gracia y pecado, haya fecundidad e infertilidad y haya santidad y corrupción”.
Su ingreso en el recién creado Consejo de los Laicos (Consilium de Laicis), estuvo precedido por un implacable cuestionario doctrinal y espiritual. Algo que debería extenderse a cualquier persona: “Me preguntaron de todo: qué pensaba del Credo, de la autoridad del Papa, de los obispos, del socialismo, del comunismo, de la Doctrina Social de la Iglesia. Me miraron con lupa”, detalla.
En todo caso, advierte de que esto “no ha sido siempre así en la Curia Romana”. Los candidatos para trabajar en el Vaticano “tienen que ser cristianos que hayan vivido una experiencia muy fuerte de conversión, de crecimiento en la fe”, subraya.