Esta mañana se renovó en la Catedral de Nápoles (Italia) el tradicional prodigio de la licuefacción de la sangre de San Genaro, patrono de la ciudad, durante la solemne celebración eucarística de su fiesta.
A las 10:07 (hora local), tras el ondear del pañuelo blanco, el Arzobispo de Nápoles, Cardenal Domenico Battaglia, mostró a los fieles la ampolla con la sangre ya licuada, gesto que fue acogido con fe y devoción por la multitud que llenó el templo.
“Hoy Nápoles se detiene como el mar cuando el viento se calma. En el centro, no un objeto, sino un signo: una ampolla, una sangre, un nombre: Genaro”, expresó el purpurado en su homilía, subrayando que el prodigio no es “un trofeo, sino una memoria viva: la de los mártires a quienes el Amor no dejó solos”.
El cardenal explicó que la sangre del santo “se convirtió en voz: voz que todavía predica a la ciudad y la llama a confiar en el Evangelio más que en cualquier cálculo, más que en cualquier prudencia. Miremos ese signo no con superstición, sino como invitación a jugarnos todo en la confianza”.
En un mensaje cargado de actualidad, Mons. Battaglia vinculó el signo de la sangre con el sufrimiento de los pueblos en guerra: “La sangre de Genaro se mezcla idealmente con la sangre derramada en Palestina, como en Ucrania y en toda tierra herida donde la violencia se cree omnipotente y no es más que ruido”.