5 de diciembre de 2025 Donar
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Personas con discapacidad realizan el Camino de Santiago por primera vez: “Me gustó ir a Misa todos los días”

Dos peregrinos de la Fundación Gil Gayarre en el Camino de Santiago./ Crédito: FGG

Año a año, el número de personas que recorren los caminos hacia la tumba del Apóstol Santiago es creciente y, entre ellos, unos pocos peregrinos tienen algún tipo de discapacidad, lo que sin duda hace un poco más complicada la aventura. 

La Fundación Gil Gayarre tiene su origen en la dedicación de una madre, Carmen Gayarre, por su hijo Luis, que tenía síndrome de Down. En los años 50 del pasado siglo abrió un colegio para personas con discapacidad. Con el tiempo, la institución creció y ha desarrollado multitud de proyectos con el objetivo de “atender y apoyar el proyecto de vida de cada persona con discapacidad intelectual y su familia, y defender sus derechos y obligaciones como ciudadanos para alcanzar el mayor grado de inclusión social posible”. 

Pero en casi 75 años no habían puesto en marcha la realización del Camino de Santiago, hasta este mes de julio. Un equipo de 25 personas, entre ellas 9 con discapacidad intelectual, recorrieron a pie los 100 kilómetros que separan la localidad de Sarria de Santiago de Compostela por primera vez.

Guillermo, uno de los beneficiarios de la fundación, ha subrayado de la experiencia la posibilidad de acercarse al sacramento de la Eucaristía todos los días, gracias a la presencia del párroco de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora en Pozuelo de Alarcón (Madrid), P. José Gregorio (Goyo) Belandria: “Me gustó ir a Misa todos los días y ahora he aprovechado y voy a Misa todos los días”. 

Los peregrinos de la Fundación Gil Gayarre disfrutaron de la experiencia. Crédito: FGG.

“Lo que no me gustó mucho fue madrugar”, reconoce Guillermo, que no obstante le gustaría repetir, “pero esta vez desde Santiago a Sarria, por probar a hacerlo al revés. ¡Y a lo mejor mis padres se animan al año que viene!”.

Elsa, otra de las peregrinas especiales, reconoce que la experiencia, por la novedad, le costó un poco al principio. Pero, conforme pasaban los días, “lo iba entendiendo y animándome más” y reconfigurando su manera de afrontar la vida.

“Antes, además, vivía mucho en el futuro y nunca en el presente. Ahora, gracias al Camino, siento que estoy más en el presente, más pausada, más empática conmigo misma y con mi entorno. Creo que tengo una actitud más madura”, describe. 

Esta peregrinación ha sido especial también por otro motivos. Para la familia Núñez, “cada canto de pájaro, el suave susurro del viento entre los árboles y el crujido de las hojas bajo nuestros pies transformaron el viaje en algo verdaderamente sobrenatural e indescriptible”.

Así lo describe Manuel, que se unió a la expedición junto a su hijo Manolo y su hermana Estrella, después de que falleciera su esposa: “Desde el primer paso, una emoción inmensa me invadió, con la certeza de que Begoña caminaba a nuestro lado, en cada sendero y bajo cada cielo. Su presencia, aunque intangible, era tan real como el sol en nuestros rostros”. 

“Este Camino ha sido un testimonio de resiliencia, amor y la fuerza inquebrantable del espíritu humano”, resume Manuel. 

La ayuda entre los peregrinos discapacitados fue una constante en su recorrido hasta Santiago de Compostela. Crédito: Fundación Gil Gayarre.

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Para Mari Carmen, madre de Irene, otra beneficiaria de la Fundación Gil Gayarre, esta experiencia se debería repetir: “La cara de felicidad de todos los integrantes era aún mayor según iban pasando los días. A todos se les ha hecho corto y fantasean con volver a hacerlo el año que viene”.

Esta madre está agradecida a la fundación “por creer en nuestros hijos y familiares y brindarles esta oportunidad de demostrar todo lo que son capaces de hacer”. 

Irume, madre de Luis, valora de manera especial haber superado las dudas e inseguridades que el proyecto podía presentar en un principio. Sin embargo, asegura, “merecía la pena correr el riesgo” a pesar de haber vivido situaciones complicadas, como cuando a su hijo le dio una lipotimia. 

Al final, en la Plaza del Obradoiro, frente a la imponente fachada de la catedral, hubo “abrazos, lágrimas de emoción y fotos para guardar en el recuerdo”, antes de vivir la Misa, donde además pudieron observar cómo funciona el botafumeiro, el colosal incensario colgado del techo del templo y que es “volado” delante del altar mayor. 

A la salida, como colofón, pudieron departir con varios obispos que se encontraban en el lugar. Por su parte, Alisva, madre de Elsa, valora de manera especial la experiencia “como la mejor terapia del silencio” y apreciar los que llama “minutos sin prisa”, en los que se camina “al ritmo de quien acompaño”.

Peregrinos de la Fundación Gil Gayarre a su llegada a Santiago de Compostela. Crédito: FGG

Los trabajadores de la Fundación Gil Gayarre también han vivido como algo especial esta expedición. Carmen acabó la experiencia “casada físicamente, sí, pero feliz” y sintiéndose “renovada, recargada por todo lo que me había aportado el Camino a nivel personal. Lo que comenzó como un voluntariado más dentro de mi trabajo, se transformó en algo mucho más especial”. 

“Las 9 personas con discapacidad que han participado han estado increíbles. Cada uno ha aportado su originalidad, se han esforzado, han cuidado del resto de los peregrinos, se han adaptado a las circunstancias… han sido de verdad ejemplares”, destaca Jesús, otro trabajador de la fundación. 

“Ojalá que el año que viene volvamos a caminar y disfrutar de esta escuela de vida que es el Camino de Santiago”, concluye. 

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