En el 90 aniversario de su canonización, Tomás Moro sigue iluminando como ejemplo de integridad, valentía y fidelidad a la conciencia. Siguiendo sus pasos por las calles de Inglaterra, EWTN Noticias redescubrió a este hombre que fue “buen siervo del rey, pero de Dios primero”.
Nacido el 7 de febrero de 1478 en Cheapside, en el corazón de Londres, Tomás Moro fue un hijo de la capital inglesa en todos los sentidos. La antigua tradición decía que todo el que podía oír las campanas de la iglesia St. Mary Lebow era un verdadero londinense o “cockney”. A solo unos pasos de allí, en Milk Street, una placa recuerda: “Sir Tomás Moro nació en una casa cerca a este lugar el 7 de febrero de 1478”.
Desde joven, su inteligencia y virtud llamaron la atención de Mons. John Morton, Arzobispo de Canterbury y futuro cardenal, quien decidió enviarlo a la Universidad de Oxford en 1492. Allí inició un camino que lo llevaría a convertirse en una de las mentes más brillantes de su tiempo. En 1496 fue admitido en la Honorable Sociedad de Lincoln's Inn, una de las históricas asociaciones de abogados de Londres.
Su carrera pública fue meteórica: en 1510 comenzó a ocupar cargos de relevancia hasta ser nombrado por Enrique VIII de Inglaterra como Lord Canciller, “el hombre más poderoso de Inglaterra después del rey”. Pero aunque estaba en la cúspide del poder, su vida interior nunca fue descuidada. En la Cartuja de Londres adoptó un régimen de oración y penitencia que mantendría hasta el final de su vida.
Moro construyó su hogar en Chelsea, donde vivía felizmente con su esposa, sus hijas y su único hijo.