La soledad se ha convertido en uno de los grandes males silenciosos de este siglo. Así lo advirtió recientemente el Papa León XIV durante su homilía en Pentecostés, señalando la paradoja de vivir “siempre conectados y, sin embargo, incapaces de establecer vínculos”.
Para profundizar en este problemática social, EWTN Noticias entrevistó al psicólogo argentino Marcos Randen, miembro de la asociación de psicólogos católicos Pharus, quien explicó que esta realidad afecta a personas de todas las edades, sin distinción.
“Vivimos en la era de la hiperconectividad digital, y paradójicamente en una profunda soledad. Que puede estar presente en el adolescente, en el joven, pero también en adultos o personas mayores. Es un problema que no tiene diferencia etaria y nos afecta a todos”, señaló Randen.
Según el experto, la soledad no es un dato meramente emocional, sino “una consecuencia de la cultura en la que estamos inmersos, con muchas de sus conexiones vitales arruinadas” y donde “no hay conectividad emocional”.
El especialista subrayó que no toda soledad es negativa. Existe una “buena soledad”, que permite el crecimiento interior y la formación de una personalidad equilibrada. Pero también hay una soledad dañina, que se manifiesta en vacío, tristeza y angustia existencial.