El Papa León XIV celebró este domingo una Misa con motivo de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo en la que impuso los palios a los arzobispos metropolitanos que han sido nombrados durante el año. Lea aquí el texto de la homilía completa.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos a dos hermanos en la fe, Pedro y Pablo, que reconocemos como pilares de la Iglesia y veneramos como patronos de la diócesis y de la ciudad de Roma.
La historia de estos dos apóstoles nos interpela de cerca también a nosotros, que somos la comunidad peregrina de los discípulos del Señor en nuestro tiempo. En particular, viendo sus testimonios, quisiera subrayar dos aspectos: la comunión eclesial y la vitalidad de la fe.
En primer lugar, la comunión eclesial. La liturgia de esta solemnidad, de hecho, nos hace ver cómo Pedro y Pablo fueron llamados a vivir un único destino, el del martirio, que los asoció definitivamente a Cristo.
En la primera lectura encontramos a Pedro que, en la cárcel, espera que se ejecute la sentencia (cf. Hch 12,1-11); en la segunda encontramos al apóstol Pablo, también él con cadenas, afirmando, en una especie de testamento, que su sangre está por ser derramada y ofrecida a Dios (cf. 2 Tm 4,6-8.17-18). Tanto Pedro como Pablo, por tanto, dan su vida por la causa del Evangelio.