San Pedro llegó a Roma en torno al año 42.d.C y se topó con la persecución implacable del emperador Nerón. Tuvo miedo y quiso huir. Cuando corría acobardado dispuesto a abandonar la ciudad, se le apareció Jesús y le dijo: Quo vadis, domine? (¿Dónde vas, señor?)
El episodio no está narrado en la Biblia, pero forma parte de la tradición cristiana y, de hecho, hay una iglesia en la capital italiana que conmemora este episodio.
Este templo es, además, uno de los puntos de las rutas que ha trazado la Diócesis de Roma para que los peregrinos sigan los pasos del primer obispo de Roma por el trasiego de las vías de la ciudad.
El otro camino está dedicado a San Pablo de Tarso, el viajero refinado que solía tomar nota de todo lo que ocurría a su alrededor. Ambos murieron martirizados el mismo día y por eso la Iglesia los festeja juntos el 29 de junio.
“El objetivo es devolver a Roma a sus patronos. Pedro y Pablo caminaron por las vías de Roma, que era como la Babilonia de su tiempo. Y nosotros, como hijos de esa experiencia, estamos llamados a caminar por estas mismas calles, en esta Babilonia de hoy”, asegura Francesco Sortino, coordinador del proyecto que precisamente se llama Quo Vadis, lanzado el año pasado y que busca consolidarse como parte del Jubileo de la Esperanza.