Todas las noches, desde hace 50 años, el Servicio Sacerdotal de Urgencia de Santa Fe (Argentina) acompaña espiritualmente a las personas que se encuentran en riesgo de muerte, ya sea con la Unción de los Enfermos, la Eucaristía o una última Confesión.
Esta tarea une a sacerdotes y a laicos de la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz con un mismo propósito, inspirado en Santiago 5:14-15: “¿Está alguno enfermo entre ustedes? Que llame a los presbíteros de la Iglesia, y oren por él, que lo unjan con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”.
Con esa premisa, desde hace cinco décadas, el servicio se ofrece de manera ininterrumpida, ofreciendo la presencia de un sacerdote en los momentos finales de la vida de las personas. Para ello, numerosos laicos se organizan para recibir los llamados y realizar los traslados de los sacerdotes, con una especial dedicación entre las 21:30 y las 6:00 horas.
En conversación con Radio María, el presidente del Servicio Sacerdotal de Urgencia en Santa Fe, Fernando Falco, recordó que la iniciativa comenzó en Córdoba, gracias a un médico que tenía un familiar enfermo y salió a buscar un sacerdote sin éxito. “Se dio cuenta que había farmacia de turno, estaban los bomberos pendientes de llamados, había emergencias, pero no había sacerdotes de turno”, relató. Así empezó la vida del servicio sacerdotal de urgencia en el país.
En Santa Fe, el proyecto inició el 20 de junio de 1975 de la mano de un grupo de muchachos surgido de un movimiento de encuentros, quienes decidieron “tomar esa posta” que había comenzado en Córdoba. Allí, acompañados por el P. Edgardo Trucco, llevaron adelante la primera guardia. “Hoy todavía están acompañándonos los guardias de aquel primer día”, destacó Falco.
Con los años, el Servicio se fue adaptando a las nuevas tecnologías, dejando de lado el teléfono fijo, lo que ofrece una dinámica muy fluida en el manejo del guardia. Cada noche, los voluntarios se hacen presentes en la casa sede, donde hay una capilla, se abren las guardias junto al sacerdote y se queda disponible durante la noche para recibir cualquier llamado.