El delegado episcopal de Liturgia de la Diócesis de Cartagena (España), P. Ramón Navarro, ha explicado qué función desempeña el cirio pascual después de la solemnidad de Pentecostés y dónde ha de ser situado dentro del templo.
En un reciente artículo publicado en la revista semanal Nuestra Iglesia, el P. Navarro expone que, desde la Vigilia Pascual que se celebra en la noche del Sábado Santo el gran cirio se enciende como símbolo de la resurrección del Señor y se le da un lugar preeminente, “junto al ambón o cerca del altar”.
De igual modo, ha de ser encendido tanto durante la celebración de la Eucaristía como en la Liturgia de la Horas. Por lo tanto “no debe retirarse ni apagarse el cirio pascual antes de concluir el día de Pentecostés” ya que durante los cincuenta días “expresa la plenitud del tiempo pascual como ‘un gran domingo’ en honor de Cristo resucitado”.
Una vez que se celebra la última Misa del día en que concluye la Pascua, las rúbricas señalan que “el cirio pascual ha cumplido ya su función y debe ser apagado” y debe colocarse “cerca de la pila bautismal, apagado pero disponible para ciertos usos rituales”.
Por lo tanto, el cirio pascual fuera del tiempo litúrgico de la Pascua sigue siendo usado principalmente durante la celebración del sacramento del Bautismo y en las exequias y funerales.
En el Bautismo, las velas de los nuevos cristianos se encienden de su llama, “simbolizando que la nueva vida en Cristo brota de su Pascua”; en las exequias, el cirio se coloca junto al féretro “como signo de la luz de Cristo resucitado que acompaña al cristiano en su propia ‘pascua’ (paso de la muerte a la vida eterna)”.