Roman Oleksiv tiene 10 años y el cuerpo lleno de cicatrices. En julio de 2022, un misil de crucero ruso alcanzó su ciudad, Vinnystsia, y mató a 28 personas, entre ellas, su madre.
Él quedó gravemente herido, con un brazo roto, metralla en la cabeza y quemaduras en más del 45 % de su cuerpo. Después de que los médicos de Leópolis lo estabilizaran, fue enviado a una unidad especializada en quemados en Dresde (Alemania), donde pasó casi un año. Allí ha sido operado más de 33 veces.
Tras las cirugías para eliminar el tejido dañado por las quemaduras y recibir injertos de piel, poco a poco ha logrado recuperar funciones afectadas, demostrando una voluntad inquebrantable.
Las cicatrices ya no son para él una marca del dolor que le provocaron las heridas, sino un símbolo de fortaleza que muestra con orgullo.
Su camino de resiliencia lo ha llevado hasta el Vaticano donde ha recibido el abrazo y el cariño del Papa Francisco hasta en tres ocasiones.
La primera vez fue el 6 de diciembre de 2023, cuando le entregó una carta al Pontífice antes de lanzarse a sus brazos. En aquel momento, debido a las quemaduras llevaba un traje protector, guantes y mascarilla que no dejaban a la vista su piel.