y con confianza ilimitada,
porque tú eres mi Padre.
Amén.
2. Orar con las Escrituras
El segundo hábito que el P. O’Brien sugiere es “dedicar tiempo a orar con la Escritura”. Según el sacerdote jesuita, “primero escucha para oír la Palabra que se pronuncia. Luego, entra en la conversación pronunciando la Palabra que has escuchado”.
A modo de guía en esta práctica recomienda la Liturgia de las Horas, el Rosario, la Lectio Divina y la meditación ignaciana, entre otras.
Además, da cuatro consideraciones para realizar este ejercicio: 1. Preparación para la oración: “Elige la Escritura con la que vas a orar y tenla lista”. 2. Lugar: “Busca un espacio donde puedas estar solo y libre para responder”. 3. Postura: “Que sea cómoda, pero alerta, en armonía entre el cuerpo y el espíritu”. 4. Presencia de Dios: “Sé consciente de Su presencia y reconócelo”.
3. Contemplar algo hermoso
El sacerdote reflexiona sobre la importancia de ser conscientes del entorno y señala que, “a medida que la sociedad humana se aleja de la verdad y la bondad arraigadas en la adoración de Cristo, se revela cierta banalidad”.
“El encuentro con lo bueno, lo verdadero y lo bello es, por tanto, un encuentro con las huellas de Dios”, afirma el texto.
Contemplar deliberadamente la naturaleza, el arte, la poesía o la música puede ser transformador ya que, según el P. O'Brien, “el encuentro con la belleza ayuda a contrarrestar lo que adormece y resulta sorprendentemente restaurador para el alma”.
4. “La buena acción del día”
El sacerdote utiliza el término “Good Turn” de los Boy Scouts para referirse al compromiso de realizar una “buena acción” cada día. Explicó que, al mantener constantemente esta actitud y su “intención prominente, la oportunidad se presentará. Pronto, se convertirá en algo natural”.
Las buenas acciones, según el P. O'Brien, pueden abarcar desde compromisos más grandes, como “un servicio social en tu parroquia”, “ayudar en un comedor comunitario o refugio” o “participar un estudio bíblico”, hasta gestos cotidianos, como “cortar el césped a un vecino anciano”, “ayudar a un compañero de clase o hermano con la tarea”, “llevar a los familiares a sus citas” o “ofrecerse como voluntario para lavar los platos”.
5. Lectura espiritual
El P. O'Brien afirmó que muchos santos “se han formado gracias a la práctica de la lectura espiritual”. Recomienda dedicar unos minutos diarios a este hábito, ya que su valor “no reside en la cantidad, sino en el deleite que se obtiene”.
Por esta razón, “se recomienda dedicar diez minutos, aunque esto puede variar según la persona, la disposición y la naturaleza del libro. La clave es el compromiso, y el goteo constante de lectura espiritual con el tiempo llevará a la transformación que buscas. Al final también se incluye una lista de buenos títulos”.
6. El examen de la tarde
El P. O'Brien concluye recomendando dedicar de 5 a 10 minutos al final del día para hacer un examen de conciencia.
Dice que “aumenta la conciencia de los impulsos originarios (espíritus, tanto buenos como malos) detrás de mis actitudes, pensamientos y acciones, para poder discernirlos mejor en el futuro y ordenar mi vida hacia Dios”.
Para ayudar en este proceso, propone un modelo de cinco pasos: 1. Dar gracias a Dios por los beneficios recibidos, identificando algunos”. 2. “Pedir a Dios la gracia para conocer mis pecados y rechazarlos”. 3. “Preguntar a mi alma un balance del día, hora por hora (o lugar por lugar) desde mi último examen”. 4. “Encomendar mis pecados a Dios y pedir perdón”. 5. “Resolver hacer mejor las cosas, con la ayuda de Dios, y mirar hacia el futuro con esperanza”.
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