VISITA DE CORTESÍA AL ARZOBISPO ORTODOXO CRISÓSTOMO II

Jun 5, 2010

Beatitud

Le saludo con afecto fraterno en el Señor Resucitado y le agradezco su amable recibimiento.

Recuerdo con gratitud su visita a Roma hace tres años, y me alegro de encontrarlo hoy de nuevo en su querida patria. A través de usted, quiero hacer llegar mi saludo al Santo Sínodo, y a todos los sacerdotes, diáconos, monjes, monjas y fieles laicos de la Iglesia de Chipre.

Antes que nada, quisiera expresar mi gratitud por la hospitalidad que la Iglesia de Chipre dispensó generosamente a la Comisión Conjunta Internacional para el Diálogo Teológico con ocasión del encuentro del año pasado en Pafos. De la misma manera, agradezco el apoyo que la Iglesia de Chipre ha dado siempre a los trabajos del diálogo, mediante la claridad y apertura de sus aportaciones. Que el Espíritu Santo dirija y consolide esta gran iniciativa eclesial, que pretende restaurar la comunión plena y visible entre las Iglesias de Oriente y Occidente, una comunión que debe ser vivida en fidelidad al Evangelio y a la tradición apostólica, apreciando las legítimas tradiciones de Oriente y Occidente, y abierta a la diversidad de dones con los que el Espíritu edifica la Iglesia en unidad, santidad y paz.

Este espíritu de fraternidad y comunión se manifiesta también en la generosa contribución que, en nombre de la Iglesia de Chipre, Vuestra Beatitud envió a quienes el año pasado se vieron afectados por el terremoto de L’Aquila, cerca de Roma, cuyas necesidades están muy presentes en mi corazón. En este mismo espíritu, me uno a su oración para que todos los habitantes de Chipre encuentren, con la ayuda de Dios, la sabiduría y la fuerza necesaria para trabajar juntos por una solución justa de los problemas pendientes, luchar por la paz y la reconciliación, y construir para las futuras generaciones una sociedad que se distinga por el respeto de los derechos de todos, incluyendo los derechos inalienables de libertad de conciencia y de culto.

Tradicionalmente, se considera a Chipre parte de Tierra Santa, y la situación de conflicto permanente en Oriente Medio es, sin duda, un motivo de reflexión para todos los fieles cristianos. Ninguno puede quedar indiferente ante la necesidad de apoyar, con todos los medios posibles, a los cristianos de esta atormentada región, de manera que estas antiguas Iglesias puedan vivir en paz y prosperidad. Las comunidades cristianas de Chipre pueden encontrar un campo muy fructífero para la cooperación ecuménica en la oración y el trabajo conjunto por la paz, la reconciliación y la estabilidad en la tierra bendecida por la presencia terrena del Príncipe de la Paz.

Con estos sentimientos, agradezco una vez más a Vuestra Beatitud su fraterna acogida, y le aseguro mi oración por usted y por todo el clero y los fieles de la Iglesia de Chipre. Que la alegría del Señor resucitado esté siempre con vosotros.

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