Beata Eurosia FabrisDía festivo: 29 marzo

Beata Eurosia Fabris

Nació en Quinto Vicentino, una zona rural a algunos kilómetros de distancia de Vicenza en Italia, el 27 de septiembre de 1866. Sus padres, Luigi y María Fabris, eran agricultores.


En 1870, a la edad de 4 años, Eurosia se mudó con su familia a Marola, un pueblo del municipio de Torri di Quartesolo (Vicenza), en donde vivió por el resto de sus días. Completó apenas los dos primeros años de educación primaria entre 1872 y 1874, debido a que desde una edad tan temprana, se vio forzada a ayudar a sus padres en los trabajos del campo, y particularmente a su madre en los quehaceres domésticos. Para ella, sin embargo, fue suficiente aprender a leer y escribir con la ayuda de las Sagradas Escrituras o libros espirituales como el Catecismo, la Historia de la Iglesia, la Filotea, y las Máximas Eternas de San Alfonso María de Ligorio.


Además de las tareas de la casa, ayudaba a su madre en sus trabajos de costurera, una práctica que Eurosia asumiría también posteriormente. Aún siendo una niña, era ya rica en virtudes y espiritualidad, siempre muy cuidadosa por proveer a su familia de los medios necesarios.


Tenía doce años de edad cuando recibió la Primera Comunión. Desde ese momento, recibió la Santa Eucaristía en todas las Fiestas religiosas, en tanto que en aquella época no era costumbre la communion diaria. No fue sino hasta 1905 que se permitió la communion diaria por un decreto del Papa San Pío X.


Eurosia se unió a la Asociación de Hijas de María en la Parroquia de Marola, siendo muy fiel y constante en la participación en sus devociones. Observaba con diligencia las practicas del grupo que la ayudaron a incrementar su amor por María. En Marola, vivió teniendo siempre a la vista el altar de la Virgen de Monte Berico.


Sus devociones favoritas fueron al Espíritu Santo, al Niño Jesús, a la Cruz de Cristo, la Eucaristía, la Virgen María y las almas del Purgatorio. Era un apóstol de la caridad entre sus familiars, sus amigos, en su parroquia, donde enseñó el catecismo a los niños, y la costura a las niñas que hasta su casa a ser instruídas en ese arte.


A la edad de 18 años, Eurosia era una jovencita piadosa, dedicada y muy trabajadora. Estas virtudes, junto a su apacible personalidad, no pasaron desapercibidas a numerosos jóvenes que le propusieron matrimonio, a lo que ella no se sintió llamada a responder.


En 1855, Rosina, como era llamada por su familia, se vió envuelta en un trágico evento.


Una joven vecina, casada, falleció dejando tres niñas de muy corta edad. La primera de ellas murió poquísimo tiempo después que la madre. Las otras dos niñas, Chiara Angela e Italia, tenían apenas 1 año 8 meses y 2 meses de edad respectivamente. El padre de las niñas se encontraba viviendo con su tío y su abuelo, quienes sufrían de una enfermedad crónica. Los tres eran muy diferentes entre sí, y vivián siempre discutiendo entre ellos.


Por seis meses, cada mañana, Rosina se hacía cargo de las niñas y de su casa. Mas tarde, siguiendo el consejo de sus parientes y de su párroco, luego de rezar por estos sucesos, decidió casarse. Rosina se unió en matrimonio a un hombre llamado Carlo Barban, muy consciente de los sacrificios que la vida conyugal le demandarían en el futuro. Ella aceptó el hecho como voluntad de Dios, por quien se consideraba llamada, por intermedio de estas dos bebés, a una nueva misión. El párroco comentaba a menudo: “Este es una verdadero acto de caridad heroica hacia los demás”.


El matrimonio tuvo lugar el 5 de mayo de 1886 y, fue bendecido, además de las dos niñas, con 9 niños mas. Su hogar permanecía siempre abierto para otros niños también, entre ellos Mansueto Mazzuco, quien se tornó miembro de los frailes Menores, tomando el nombre de Hno. Giorgio. A todos estos niños, “Mamma Rosa”, como se le llamaba luego de su matrimonio, les ofreció su afecto y cariño, sacrificando sus propias necesidades para brindarles una sólida formación cristiana. Entre 1918 y 1921, tres de sus hijos fueron ordenados sacerdotes, dos para el clero diocesano y uno para los franciscanos (Hno. Bernardino), quien se tornó su primer biógrafo.


Una vez casada, asumió sus obligaciones maritales, siempre mostrando el mayor de los amores y respeto hacia su marido, tornándose su confidente y consejera. Mostró siempre un tierno y gran amor por todos sus hijos. Era muy trabajadora y una persona con la que todos contaban para cumplir sus obligaciones.


Mamma Rosa vivió una intensa vida de oración, lo cual se evidenciaba por su gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen María. Como la Mujer Fuerte de la Sagrada Escritura, se tornó un verdadero tesoro para su familia. Sabía como equilibrar el presupuesto familiar y al mismo tiempo ejercer una gran caridad hacia los pobres, compartiendo su pan cotidiano también con ellos. Se preocupó de los enfermos y los asistía continuamente, mostrando fuerza heroica durante la enfermedad terminal de su esposo Carlo, quien murió en 1930.


Mamma Rosa se tornó miembro de la Orden Tercera Franciscana, conocida hoy como los Franciscanos Seculares. Asistía fielmente a todas su reuniones, pero sobretodo, procuraba vivir el verdadero espíritu franciscano de pobreza y alegría en su hogar, en medio a sus obligaciones cotidianas y a su oración. Era de suave trato para con todos y alababa a Dios como Creador y Fuente de bondad y dador de toda esperanza.


La casa familiar de Mamma Rosa era una comunidad cristiana ideal, donde se enseñaba a los niños a rezar, a obedecer y a respetar la volutnad de Dios, así como a practicar las virtudes cristianas. En su vocación de madre cristiana, Mamma Rosa sacrificó y se consumió a si misma diariamente como una lámpara que se va quemando en el altar de la caridad. Murió el 8 de enero de 1932 y fue enterrada, con la esperanza de la resurrección final, en la iglesia de Marola.


El Proceso Canónico de beatificación se inicó el 3 de febrero de 2005 en la Curia diocesana de Padua, luego de haber pasado por grandes dificultades e incomprensiones por parte de las diversas personas jurídicas que buscaron promover su causa. Mamma Rosa fue un modelo de santidad y de lo que debe ser el día a día de una familia católica. Sus tres hijos que se hicieron sacerdotes se sintieron alentados en sus voaciones por el ejemplo de su santidad. Fue proclamada venerable el 7 de Julio de 2003 por el Papa Juan Pablo II, quien reconoció el testimonio de sus virtudes heroicas y singulares. Era el deseo del Papa Pío XII que la vida de esta mujer maravillosa sea conocida por todas las familias cristianas de nuestros días.