Homilía del Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima, en la Solemnidad de Santa Rosa de Lima

Excelentísimo Monseñor, Obispo Castrense, Salvador Piñeiro;
Señor Presidente del Congreso de la República;
Señor Ministro del Interior;
Señores Ministros;
Señor Director General de la Policía;
Autoridades,
Queridos todos, hermanos de esta familia policial y hermanos en Cristo.

Hoy, al celebrar la Solemnidad de Santa Rosa de Lima, patrona de la Policía Nacional del Perú, Patrona de las Enfermeras. En primer lugar, un saludo y una oración desde esta Basílica Catedral por todos los policías, hombres y mujeres, de todos los grados, que en todos los rincones del país, sirven a la Patria; que sepan que hoy en esta Eucaristía rezaremos por cada uno de ellos, por sus familias, por sus seres queridos; y también por aquellos que han fallecido.

Santa Rosa de Lima, junto a esa belleza y bondad que refleja su imagen, podemos decir que también en palabras más actuales, fue una mujer llena de valores, en sus épocas diríamos llena de virtudes, santa.

Y pienso que esta tradición de acercarse a la Basílica Catedral, una imagen que los padres dominicos con tanto cariño conservan en la Basílica de Santo Domingo.

En este momento podemos decir que las cosas terrenas, las preocupaciones que a todos nos lleva a tener que trabajar, esforzarnos, luchar. Las cosas terrenas van bien cuando no olvidamos las superiores, cuando todavía hay tiempo para elevar la mente a esta santa maravillosa, cuando hay tiempo para sentarnos un momento de oración. Entonces la luz que viene de Dios, a través de Santa Rosa, nos ilumina a pensar y a trabajar mejor. No podemos mirar solo hacia abajo, hay que levantar siempre.

Por eso da mucha alegría cuando uno entra a una comisaría, a una dependencia policial en cualquier rincón, en un puente alejado, en una torre de alta tensión, en un centro penitenciario, siempre encontramos que el policía lleva en su corazón a Santa Rosa, sea pequeña o grande, ahí la encontramos, y le hace un bien enorme.

Por eso, de la mano de esta mujer, permítanme insistir en que es muy importante buscar metas mayores y ser una ayuda para quienes intentan levantarse y encontrar la verdadera luz, siempre hay que levantar la mirada, hay que buscar en Dios a través de sus santos, esa luz, ese estímulo, que siendo consciente de nuestra debilidad nos anima a buscar siempre la felicidad para los demás, el bien.

El Papa actual dice algo muy claro que yo no dudo en afirmar: “La gran enfermedad de nuestro tiempo es su déficit de verdad. Hay mucha mentira, no se puede convivir en paz”. La primera violencia es la mentira. Debemos despertar a la población, que no nos guste escuchar las mentiras ni promoverlas.

Tantas veces el éxito, la imagen, el dinero, le ha quitado la primacía a la verdad. Por eso, al contemplar a Santa Rosa le pido para todos: Ayúdanos para que la verdad presida nuestros trabajos y nuestras vidas. Si renunciamos a la verdad, si vamos en esa huída a ver cómo sacamos ventaja. No busquemos la paz social, porque por ahí no viene, está íntimamente unida la mentira y la violencia. Por eso podemos decir que la verdad duele, es sólida y resiste. La verdad nos hace libres. Esas palabras de Cristo: Yo soy el camino, la verdad y la vida.

En estos días, con mucha frecuencia, porque se pone de moda un tema y todos son cómplices de esa orquesta, pues se pone de moda la seguridad ciudadana y empiezan a buscar culpables, pero poca gente mira en su interior. ¿Seré yo culpable de esto? No, yo no mato, no soy asesino, yo no soy pandillero, pero te pregunto ¿tú te portas bien? Tú, padre de familia, ¿educas en los valores a tus hijos? Ustedes, medios de comunicación, ¿procuran sembrar valores en sus programas? Escuelas, colegios y universidades. Se han vaciado de valores las instituciones, se han vaciado de valores la vida social, se le ha quitado el alma. No se aplaude la verdad, la valentía, la sinceridad, la bondad, la honradez, la generosidad, no se aplaude. Nos hemos dejado llevar por esa seudo cultura del éxito, del poder, de la imagen, del abuso.

Y por eso me atrevo a decir con todo respeto: La policía nacional no puede ser la que resuelve todo. Pongan ahí padres de familia, alcaldes, directores de colegio, medios de comunicación, personas de las universidades, de todas las instituciones, que vuelva a tener éxito el que una persona sea educada, honesta, sincera; no es una utopía; lo que es una utopía es pensar que habrá un desarrollo al infinito con una sociedad hueca de valores, sin alma, eso es una utopía, y lo vamos viendo. Para qué medir tanta delincuencia, si el delincuente lo tenemos dentro. No tenemos el coraje de enfrentar las cosas por su nombre. Es la cultura de la finta, la cultura del quedar bien.

Por eso, hermanos, volvamos a sembrar, a todo nivel, el amor y respeto a la verdad, a la honradez, al orden público, a la justicia. Cómo se va a arreglar el tráfico si hay millones de carros, taxis, combis; si hay una superpoblación de carros cómo le pides al policía que dirija el tránsito. No seamos cínicos. Si se deja que la cultura del atropello público, del ladronzuelo, que viene de una casa, es hijo de una familia, es alumno o ex alumno de un colegio, de una escuela, lo conocen en un barrio, pero nadie.

Estamos abusando de una institución tutelar importantísima para la vida social en el país, y no podemos, no debemos, maltratarla de esta manera. Levantemos nuevamente nuestra conciencia delante de Dios, veamos con confianza que Dios no se ha olvidado de nosotros. Que nos demos cuenta que la Policía no es un instrumento al servicio de la política, es un instrumento al servicio del país, que es muy diferente, pero llevamos mucho tiempo haciendo que este maravilloso modelo de familia, hombres, mujeres, personal subalterno, miembros de la sanidad, oficiales, estén siempre pendientes del poder político. Así no se avanza, así se destruye.

Por eso, con profundo agradecimiento, los animo familia policial a despertar la responsabilidad que el país les ha dado, los animo a que sigan mirando en Santa Rosa el espíritu de servicio, los animo a que tengan esa vocación de darse a los demás. Todos esperamos con ilusión una mejora y una mejor retribución para la familia policial, pero todavía más esperamos un resurgir de valores, lo venimos repitiendo muchas veces, y la Iglesia debe estar en primer lugar en su escuela, su colegio, en su prédica, las virtudes cristianas.

Termino invocando a nuestra querida Santa Rosa de Lima, guía a todos tus hijos de la Policía, bendícelos, protégelos, que Dios bendiga y Santa Rosa proteja siempre a la Policía Nacional del Perú y a ese cuerpo de enfermeras que también realizan una tarea maravillosa al servicio de la salud a lo largo y ancho de todo el país. A todos ustedes que Santa Rosa siga siendo el ejemplo de santidad, de mujer, de valores. Así sea.


Recursos sobre Santa Rosa de Lima: