Queridos hermanos y hermanas,
Proseguimos nuestro camino de meditación sobre la fe católica. La semana pasada he mostrado que la fe es un don, porque es Dios quien toma la iniciativa de venir a nosotros, y es una respuesta con la cual lo recibimos como verdad y cimiento estable de nuestra vida. Es un don que transforma la vida, porque nos hace penetrar en la misma visión de Jesús, que obra en nosotros y nos abre al amor a Dios y a los demás.
Hoy me gustaría dar un paso más en nuestra reflexión, empezando de nuevo con algunas preguntas: ¿la fe tiene un carácter sólo personal e individual? ¿Interesa sólo a mi persona? ¿Vivo mi fe por mi cuenta? Por supuesto, el acto de fe es un acto eminentemente personal, que tiene lugar en lo más profundo de mi ser y que marca un cambio de dirección, una conversión personal: es mi vida la que recibe un cambio de ruta.