El sacerdote jesuita Mark Henninger recordó el tiempo que pasó junto al famoso director de cine Alfred Hitchcock, al final de su vida.

En un artículo publicado el 6 de diciembre en el diario estadounidense The Wall Street Journal, el sacerdote recordó que en 1980 fue invitado por su amigo, el P. Tom Sullivan, a visitar una tarde la casa de Hitchcock en Bel Air (Estados Unidos) y celebrar Misa ahí.

Al recordar cómo conoció al famoso director de cine, el P. Henninger dijo que “Hitchcock despertó, miró hacia arriba y besó la mano de (el Padre) Tom y le agradeció”.

El sacerdote indicó que ver los libretos de las películas de Hitchcock, tales como “Con la muerte en los talones”, le significó una distracción al celebrar Misa en el estudio.

“Hitchcock había estado alejado de la Iglesia por algún tiempo, y decía las respuestas en latín, a la antigua usanza”, recordó.

“Pero lo más notable fue que después de recibir la comunión, lloró en silencio, con lágrimas rodando por sus mejillas enormes”.

El P. Henninger continuó visitando a Hitchcock hasta su muerte, el 29 de abril de ese año. El sacerdote reflexionó sobre cuán extraordinario fue que Hitchcock se dejara guiar por Dios al final de su vida.

Algo le “suspiraba en su corazón”, escribió el sacerdote, “y las visitas respondieron un profundo deseo humano, una real necesidad humana”.

La historia del P. Henninger en The Wall Street Journal se publicó a raíz de que se estrenó un relato biográfico, titulado “Hitchcock”, en algunas salas de cine en Estados Unidos, el 23 de noviembre.

Hitchcock fue criado católico en Londres (Reino Unido), y asistió a una escuela salesiana para la primeria y jesuita en secundaria. La carrera de Hitchcock como director duró de 1925 hasta 1976.

La película “Yo confieso”, de 1953, fue la única producción de Hitchcock referente a un sacerdote.

El personaje principal en la película es un sacerdote, que termina siendo investigado por un asesinato que no cometió. Más aún, él escuchó la confesión del asesino, y por eso no puede defenderse a sí mismo.

En declaraciones a ACI Prensa, Ben Akers, director de la Escuela Bíblica Católica de Denver, dijo que “Hitchcock trata de ponerle una cruz a cada escena en esa película, porque la cruz cuelga sobre la decisión que este sacerdote tiene que hacer”.

“En una de las escenas claves donde está tomando la decisión de limpiar o no su nombre, lo que significaría romper el secreto de confesión y dejar el sacerdocio, ñel está caminando las calles de Quebec, y ves a Cristo cargando su cruz, y bajo de los brazos de la cruz ves al sacerdote caminando por el centro”.

El diácono Scott Bailey, que está estudiando para ser un sacerdote en la Arquidiócesis de Denver, es también un fanático de Hitchcock y de “Yo confieso”, en particular.

“Es un increíble retrato de un sacerdote, y creo que realmente da en el clavo del significado, la realidad, del secreto de confesión”.

“Terminó siendo una película realmente impresionante, y muy católica. El sacerdote realmente pone su vida en el borde por no decir nada”.

El retrato de un sacerdote tan comprometido con la santidad del sacramento de la confesión ha ayudado al diácono Bailey a reflexionar sobre su próxima ordenación al sacerdocio, y el rol que tendrá como confesor.

“Encuentro en ello una inmensa responsabilidad, más que nada. Emocionante y aterradora, todo al mismo tiempo”.