27 de marzo de 2014 / 10:39 AM
En la Basílica de San Pedro y ante más de 490 parlamentarios italianos, los presidentes del Senado y la Cámara y nueve ministros de Italia, el Papa Francisco reflexionó sobre la necesidad que tiene cada persona, en Cuaresma, de abrirse al amor y la salvación de Dios para no terminar siendo un corrupto o un "sepulcro blanqueado".
En la primera lectura, tomada del libro de Jeremías, el profeta presenta el "lamento de Dios" por una generación que, señala el Papa, no acogió a sus mensajeros y que, en lugar de ello, se justifica por sus pecados. "Me dieron la espalda", citó el Papa Francisco, añadiendo luego que: "Éste es el dolor del Señor, el dolor de Dios". Esta realidad está presente también en el Evangelio del día, la de una ceguera hacia Dios, sobre todo de los líderes del pueblo.
"Con el tiempo, el corazón de esta gente, de este grupito se había endurecido tanto, tanto, tanto, que le era imposible oír la voz del Señor. Y de pecadores que eran, precipitaron hasta volverse corruptos".