El Papa Francisco recibió este 31 de octubre  al Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, y autorizó la promulgación de los decretos sobre el reconocimiento del martirio de Mons. Antonio Durcovici, Obispo de Iasi (Rumania), asesinado por odio a la fe en 1951 durante el régimen comunista rumano; y las virtudes heroicas de tres religiosas.

Mons. Antonio Durcovici, que ya había pasado dos años en un campo de concentración en Moldavia durante la Primera Guerra Mundial, hizo caso omiso a las amenazas del régimen comunista y comenzó a visitar las parroquias de su diócesis anunciando a todos el Evangelio del amor y de la libertad en Cristo.

Esto le valió ser arrestado en 1949 y encerrado en la prisión de Sighet, la más dura y severa del país, donde murió en 1951 a los 63 años. De sus sufrimientos en la cárcel, no queda rastro alguno, pues el régimen borró todo recuerdo de la memoria, como así ocurrió también para muchos otros mártires de la Iglesia del silencio.

Tres nuevas Siervas de Dios

El Papa también autorizó la promulgación de los decretos que reconocen las virtudes heroicas de tres religiosas. La primera es la hermana Onoria Nagle, conocida con el sobrenombre de "Nano", religiosa irlandesa de 1700, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Presentación de la Santísima Virgen María, comprometida en el cuidado y la educación de los pobres y los jóvenes.

Luego está la hermana Celestina Bottego, fundadora de la Sociedad Misionera de María, que nació en Glendale (Ohio, Estados Undos) en 1895 y murió en San Lazzaro de Parma en 1980. No quiso fundar ninguna congregación porque se creía "más llevada a estropear que a crear las obras de Dios" y ella en cambio quería solo hacer "los intereses de Jesús". Pero Dios dispuso de otra manera, por lo que dedicó toda su vida a estar en medio de los últimos, los ex encarcelados, nómadas y desposeídos.

La otra religiosa declarada Venerable es la hermana Olga de la Madre de Dios, religiosa de la Congregación de las Hijas de la Iglesia, nacida en la provincia de Vicenza, en 1910. Murió en Venecia en 1943. Vivió en particular, el ideal místico contemplativo de la adoración eucarística y del servicio apostólico en la parroquia. Se dice de ella que no hizo nada extraordinario, pero que vivió a diario con profunda fe y amor genuino.