El Papa Francisco recibió ayer a los prelados de la Conferencia Episcopal de Austria al final de su visita "ad Limina" y entregó,a los obispos el texto del discurso a ellos destinado.
En el texto, el Santo Padre habla de la simpatía de la Iglesia en Austria por el Sucesor de Pedro que se manifestó concretamente durante la visita del Papa Benedicto XVI al santuario de Mariazell en 2007, a pesar de que los años siguientes representaron una fase difícil para la Iglesia en ese país que se reflejó entre otras cosas en el descenso del número de católicos. Pero esa tendencia, escribe, "no puede encontrarnos inertes, sino alentar nuestros esfuerzos para la nueva evangelización, siempre necesaria".
El Papa Francisco afirma que ser Iglesia "no significa gestionar, sino salir, para ser misioneros, para llevar a la gente la luz de la fe y la alegría del Evangelio. No nos olvidemos de que el impulso de nuestro compromiso de cristianos en el mundo no es la idea de la filantropía o de un humanismo vago, sino un don de Dios, que es el de la filiación divina que recibimos en el Bautismo. Y este don es a la vez una tarea. Los hijos de Dios no se esconden, aportan, más bien, al mundo la alegría de su filiación divina".