Cada 21 de junio celebramos a San Luis Gonzaga, hijo ejemplar y patrono de la juventud

Cada 21 de junio celebramos a San Luis Gonzaga, hijo ejemplar y patrono de la juventud

Cada 21 de junio la Iglesia Católica celebra a San Luis Gonzaga, patrono de la juventud cristiana y protector de los jóvenes estudiantes; hombre de corazón enorme, quién sufrió muchas incomprensiones y pesares en la vida, pero que no perdió jamás su talante alegre ni su espíritu de lucha.

De una vida de privilegios

San Luis Gonzaga nació en 1568 en Castiglione delle Stiviere, Mantua (Italia), hijo primogénito de la pareja heredera del principado de Castiglione. Su madre, preocupada por introducirlo a la fe, lo consagró a la Virgen y lo hizo bautizar. Mientras que a su padre -militar de carrera- sólo le interesaba el éxito y la gloria futura para el hijo recién nacido, su heredero.

Luis frecuentó cuarteles desde niño, y si bien aprendió la importancia del valor y el honor, también adquirió ademanes considerados vulgares y rudos, impropios de la estirpe familiar. Con ánimo de rectificar aquellos defectos, los padres de Luis lo rodearon de magníficos preceptores y personalidades ejemplares. Es así como a los trece años conoció al obispo San Carlos Borromeo, quien quedó impresionado con su inteligencia y buen corazón; Borromeo sería quien después le daría la Primera Comunión.

Mucho del entorno que rodeaba a Luis -la alta sociedad lombarda- también se caracterizaba por conductas reprobables: fraude, vicio, crimen y lujuria. Luis, que quería vivir como un buen cristiano en medio de la corte, se sometió a penitencias y prácticas de piedad constantes. El jovencito estaba convencido de que Cristo no tenía por qué ser causa para descuidar sus responsabilidades familiares. Si había algo que deseaba Luis profundamente era honrar a sus progenitores, tal y como señala el cuarto mandamiento de la Ley de Dios.

Hacia una vida mejor

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Llegado el momento, por asuntos concernientes a su padre Luis tuvo que viajar a España. Estando de visita en la iglesia de los jesuitas en Madrid oyó una voz que le hablaba al corazón: "Luis, ingresa en la Compañía de Jesús".

El joven quiso que sus padres fueran los primeros en enterarse de que deseaba ser religioso. Su madre tomó con alegría la noticia, pero su padre montó en cólera y se negó a aceptar semejante proyecto. Luis tomó la decisión de obedecer y honrar la voluntad paterna, así que se mantuvo en la corte.

Ser de aquellos que acompañan a Jesús

A Luis no lo persuadieron ni los viajes ni los cargos importantes. Él quería dedicar el resto de su vida al servicio de Cristo. Así que, al final, su padre tuvo que ceder.

En una misiva enviada al General de los jesuitas, el príncipe escribió: "Os envío lo que más amo en el mundo, un hijo en el cual toda la familia tenía puestas sus esperanzas".

Tras estos acontecimientos, Luis Gonzaga ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús. Se convirtió en un novicio fiel y cuidadoso, observante de las reglas y desprendido de toda vanidad. Habiendo renunciado a ser él mismo príncipe algún día -era el mayor de los hermanos y le correspondía- se puso a prueba ejercitándose en los oficios más humildes.

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Duro fue el golpe recibido al enterarse de que su padre había muerto. Sin embargo, Luis no miró atrás, y se concentró en dar consuelo a su madre y aconsejar a su hermano.

Quien ama a Dios, honra padre y madre

Por ese entonces, la población de Roma se vio afectada por una epidemia y los jesuitas abrieron un hospital en el que ellos mismos se encargaban de cuidar a los enfermos. Luis fue destacado allí como enfermero. Empezó, a la par, a pedir limosna, víveres y abrigo para los pacientes del nosocomio. Lamentablemente, sirviendo a los más débiles, a quien amó con esmero, contrajo la enfermedad que los asolaba.

El joven santo pudo recuperarse de aquel mal, aunque quedó afectado por una fiebre intermitente que en los meses siguientes lo redujo a un estado de total debilidad. Acompañado de su confesor, San Roberto Belarmino, Luis fue preparándose para su inminente destino: la muerte.

Con la mirada puesta en el crucifijo y repitiendo el nombre de Jesús, San Luis Gonzaga partió a la Casa del Padre la medianoche del Corpus Christi, el 21 de junio de 1591, a los 23 años de edad. Amó por sobre todo a Dios, y por haberlo hecho, alcanzó la santidad. Y a Dios se le ama amando a quienes Él nos regaló como padres; lo mismo que no hay forma más elevada de honrar a quienes nos dieron la vida que amando a Dios primero. Ninguna corona, tesoro, victoria militar o bien de este mundo será capaz de igualar la gloria de encontrar abiertas las puertas del cielo.

San Luis Gonzaga fue canonizado por el Papa Benedicto XIII en el año 1726.

Si quieres saber un poco más de San Luis Gonzaga, puedes leer también este artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/San_Luis_Gonzaga.

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