Un restaurante de Antibes, al sur de Francia, conocido por la afluencia de celebridades, decidió prohibir el ingreso de bebés porque "incomodan la tranquilidad" de los clientes y ponen "en dificultad la seguridad".

"Con los niños ya se sabe. Tienen esta característica de hacer la vida hermosa y feliz cada momento con tu familia, y manifiestan su entusiasmo sin mucha consideración a los decibelios. Son mamá y papá quienes deben contener su júbilo en los límites de la buena educación. Pero de ahí a decir que un bebé plantea 'problemas de seguridad', como desea el exquisito local francés, hay un paso que se escapa a un padre común", señaló el 12 de septiembre Annalisa Guglielmino, periodista del diario de la Conferencia Episcopal Italiana, Avvenire.

"Por suerte, al otro lado de la balanza, aparecen y proliferan las zonas turísticas favorables a la familia, especialmente el de hoteles, enfocado en la familia, y con preferencia a numerosas. Que, por el contrario, no escriben en ninguna parte 'prohibido a personas individuales'. Parece que son ellos mismos quienes prefieren alejarse, pero esto son sus problemas", añadió.

Además de Francia, Suecia, Alemania, Suiza, o Austria, pese a su baja tasa de natalidad, participan del fenómeno de los restaurantes anti-familia.

En Pensilvania, Estados Unidos, hace algunos años, un restaurante prohibió la entrada a niños menores de seis años, para satisfacer a unos clientes que se quejaron por el ruido de los niños. En el país, incluso, hay algunas cadenas hoteleras que prohíben la entrada a niños menos de 14 años e incluso a jóvenes de edad inferior a los 18 años.

La intolerancia a los niños también he llegado a las compañías de viaje, y por ejemplo, la aerolínea inglesa "Thomas Cook" decidió garantizar la relajación a bordo de los pasajeros, creando vuelos en los que no están permitidos los niños.