Puede ser, por ejemplo, un título, una carrera, relaciones, todas las cosas que son en sí mismas loables, pero hacia las que, si no somos libres, corremos el riesgo de albergar expectativas irreales, como la confirmación de nuestra valía. Tú, por ejemplo, cuando piensas en un estudio que estás haciendo, ¿piensas en él sólo para promocionarte, para tu propio interés, o también para servir a la comunidad? Ahí se puede ver cuál es la intencionalidad de cada uno de nosotros.
De esta incomprensión viene a menudo el mayor sufrimiento, porque ninguna de esas cosas puede ser la garantía de nuestra dignidad.
Por eso, queridos hermanos y hermanas, es importante conocernos a nosotros mismos, conocer las contraseñas de nuestro corazón, aquello a lo que somos más sensibles, para protegernos de quienes se presentan con palabras persuasivas para manipularnos, pero también para reconocer lo que es realmente importante para nosotros, distinguiéndolo de las modas del momento o de los eslóganes llamativos y superficiales.
Muchas veces lo que se dice en un programa de televisión, en algún anuncio que se hace, nos toca el corazón y nos hace ir por ahí sin libertad. Ten cuidado con eso: ¿soy libre o me dejo llevar por los sentimientos del momento, o las provocaciones del momento?