El Papa Benedicto XVI recomendó a los fieles la lectura, profundización y puesta en práctica de los documentos del Concilio Vaticano II, con la ayuda de sacerdotes y catequistas, para redescubrir “la belleza de ser Iglesia, de vivir el gran ‘nosotros’ que Jesús ha formato entorno a sí, para evangelizar el mundo”.

Durante la Misa que presidió en la Catedral de Frascati (Italia), con ocasión de su visita pastoral a esa ciudad, el Santo Padre señaló que la atención a los documentos conciliares, como parte de una vivencia intensa del Año de la Fe que comenzará en octubre, permitirá comprender mejor “el ‘nosotros’ de la Iglesia, jamás cerrado, jamás replegado sobre sí, sino siempre abierto y tendiente al anuncio del Evangelio a todos”.

Al recordar el Evangelio del domingo, Benedicto XVI señaló que “Jesús toma la iniciativa de enviar los doce Apóstoles en misión”, y que “en efecto la palabra ‘apóstoles’ significa justamente ‘enviados, mandados’”.

“Su vocación se realizará plenamente luego de la resurrección de Cristo, con el don del Espíritu Santo en Pentecostés. Sin embargo, es muy importante que desde el principio Jesús quiera hacer partícipes a los Doce en su acción: es una especie de ‘aprendizaje’ con vistas a la gran responsabilidad que les espera”.

El Papa señaló que “el hecho que Jesús llame algunos discípulos a colaborar directamente a su misión, manifiesta un aspecto de su amor: Él no desdeña la ayuda que otros hombres puedan aportar a su obra; conoce sus limitaciones, sus debilidades, pero no las desprecia, es más, les confiere la dignidad de ser sus enviados”.

“Jesús los manda de dos en dos y les da instrucciones, que el Evangelista resume en pocas frases. La primera se refiere al espíritu de desapego: los apóstoles no deben ser apegados el dinero y a las comodidades. Luego Jesús advierte a los discípulos que no siempre recibirán una acogida favorable: a veces serán rechazados; más aun, podrán ser también perseguidos”.

Sin embargo, tal como indicó el Papa, a los apóstoles “esto no los debe impresionar: ellos deben hablar a nombre de Jesús y predicar el Reino de Dios, sin preocuparse por tener éxito. El éxito se lo dejan a Dios”.

“Jesús advierte a los Doce que podrá suceder que en alguna localidad sean rechazados. En ese caso deberán irse a otro lugar, luego de haber cumplido ante la gente el gesto de sacudir hasta el polvo de sus pies, señal que expresa el desapego en dos sentidos: desapego moral, como decir: el anuncio les ha sido dado, ustedes lo han rechazado, y despego material, no hemos querido y no queremos nada para nosotros”.

El Papa también subrayó que Jesús les indicó a los apóstoles que “no pueden contentarse con predicar la conversión: a la predicación se debe acompañar, según las instrucciones y el ejemplo dados por Jesús, la curación de los enfermos. Curación corporal y espiritual”.

“Habla de la curación concreta de las enfermedades. Habla de echar los demonios, esto es, purificar la mente humana, limpiar, limpiar los ojos del alma oscurecidos por la ideología y por esto no pueden ver a Dios. No pueden ver la verdad y la justicia. Esta doble curación es siempre mandada a los discípulos por Cristo”.

Por ello, Benedicto XVI subrayó que “la misión apostólica tiene siempre que comprender los dos aspectos de predicación de la palabra de Dios y de manifestación de su bondad con gestos de caridad, de servicio y de dedicación”.

“El Señor llama a todos, distribuyendo diversos dones para diversas tareas en la Iglesia. Llama al sacerdocio y a la vida consagrada, y llama al matrimonio y al empeño como laicos en la Iglesia misma y en la sociedad”.

El Papa señaló que “es importante que la riqueza de los dones encuentre plena acogida, especialmente por parte de los jóvenes. Que se sienta la alegría de responder a Dios con todo el ser, donándola en la vía del sacerdocio y de la vida consagrada o en la vía del matrimonio, dos vías complementarias que se iluminan, se enriquecen recíprocamente y juntas enriquecen la comunidad”.

“La virginidad por el Reino de Dios y el matrimonio son ambas vocaciones, llamadas de Dios a las que responder con y por toda la vida. Dios llama: es necesario escuchar, recibir, responder”, concluyó.