"13 de mayo de 1883, fiesta de Pentecostés. Sobre la cama, puse mi mirada hacia la imagen de Nuestra Señora y… de pronto la Santísima Virgen me ha parecido bella, tan bella que nunca vi algo semejante, su rostro exhalaba una bondad y una ternura inefables, pero lo que caló hondo en mi alma fue la 'sonrisa encantadora de la Santísima Virgen'", escribió la santa carmelita.
"En ese momento se fueron todas mis penas, dos gruesas lágrimas rodaron por mis mejillas y cayeron por mi rostro, eran lágrimas de pura alegría… ¡Ah! -pensé-, la Santísima Virgen me sonrió, estoy feliz… (…) Fuera por causa de ella, por sus intensas oraciones, que tuve la gracia de la sonrisa de la Reina de los Cielos…", agregó.
3. San Juan de Dios
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