San Columbano recuerda que Europa debe renacer de sus raíces cristianas, dice el Papa

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El Papa Benedicto XVI dedicó la Audiencia General de este miércoles a San Columbano, un monje irlandés del siglo VI que nutrió las raíces cristianas de Europa al evangelizarla y que con su esfuerzo y labor apostólica muestra que es a partir de ellas que debe renacer el Viejo Continente.

Este santo nació en el año 543, en la provincia de Leinster, al sudeste de Irlanda, ingresó a los 20 años al monasterio de Bangor. A los 50 años dejó la isla con 12 compañeros para iniciar "una obra misionera en el continente europeo, donde a causa de la emigración de pueblos venidos del Norte y del Este, amplias zonas cristianizadas habían vuelto al paganismo", destacó el Santo Padre.

El Pontífice explicó que su labor dio mucho fruto en nuevas vocaciones para lo cual fue necesario fundar otro monasterio en Luxeuil, en donde el Santo escribió la "Regula monachorum" que describe la imagen ideal del monje; y en donde "introdujo en el continente la confesión privada y la penitencia, que debía ser proporcional a la gravedad del pecado cometido".

"Por su intransigencia con todas las cuestiones morales, entró en conflicto con la casa real, porque había amonestado duramente al rey Teodorico por sus relaciones adúlteras" y en el 610 fue expulsado de Luxeuil junto con todos los monjes irlandeses, "que fueron condenados a un exilio definitivo", prosiguió Benedicto XVI.

Seguidamente narró como, debido a unos problemas durante la navegación, el barco se encalló a poca distancia de la playa y los monjes volvieron a tierra. Pero en vez de regresar a Luxeuil "comenzaron una nueva etapa evangelizadora", primero en Tuggen (Suiza) y después en la parte oriental del lago de Constanza. Al llegar a Italia, San Columbano tuvo que afrontar "notables dificultades: la vida de la Iglesia estaba lacerada por la herejía arriana, que todavía prevalecía entre los longobardos, y el cisma que había separado a la mayor parte de las Iglesias de Italia septentrional de la comunión con el Obispo de Roma".

En este contexto, el Santo irlandés "escribió un libelo contra el arrianismo y una carta al Papa Bonifacio IV para convencerlo de que se comprometiera decididamente en restablecer la unidad".

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Columbano, continuó Benedicto XVI, "fundó en Bobbio un nuevo monasterio que llegaría a ser un centro de cultura comparable al famoso monasterio de Montecasino. Aquí transcurrió sus últimos días: murió el 23 de noviembre del 615 y en esa fecha es conmemorado en el rito romano hasta hoy".

"El mensaje de San Columbano se concentra en un firme llamamiento a la conversión y al desapego de las cosas terrenas en vista de la herencia eterna. Con su vida ascética y su comportamiento sin compromisos frente a la corrupción de los poderosos, evoca la figura severa de San Juan Bautista. Su austeridad, sin embargo, solo es el medio para abrirse libremente al amor de Dios y corresponder con todo el ser a los dones recibidos de Él, reconstruyendo en sí la imagen de Dios y al mismo tiempo trabajando la tierra y renovando la sociedad humana", explicó el Santo Padre.

Finalmente, Benedicto XVI destacó que San Columbano fue un "hombre de gran cultura y rico de dones de gracia, sea como incansable constructor de monasterios, que como predicador penitencial intransigente, dedicó todas sus energías a alimentar las raíces cristianas de la Europa que estaba naciendo. Con su energía espiritual, con su fe, con su amor a Dios y al prójimo se convirtió en uno de los padres de Europa, que nos muestra hoy dónde están las raíces de las cuales puede renacer nuestro continente".

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