El periodista confesó en la entrevista, que difunde en español el diario La Razón, que “para ser sinceros, hace unos meses también yo me descubrí pensando ‘Santidad, por Dios, muévase un poco’”. “Me parecía que estaba haciendo poco, pero no es cierto. Benedicto XVI es un hombre al que no le gustan los baños de multitudes. Ha reducido drásticamente sus apariciones públicas y los viajes serán tres o cuatro al año, pero hace lo que Juan Pablo II descuidaba un poco: estudia los dossieres. Es pura escuela alemana. Se toma tiempo para el diagnóstico. Todo lo que dice lo escribe él, sentado a su mesita. En la ‘Deus caritas est’ resulta evidente, se reconoce su estilo”, señala Messori.
Al dar su opinión sobre si Benedicto XVI es un Papa “más inaccesible”, el apologeta católico asevera que “sólo en cierto sentido” porque “si nos fijamos en las imágenes de Juan Pablo II, se ve cómo estrechaba miles de manos, a la carrera, pero mirando poco a la cara a sus interlocutores. Ratzinger mira a los ojos, siempre. Se para a hablar con cada uno, quiere saber a quién tiene delante. Cuestión de carácter, supongo. Pero no sólo eso. Wojtyla era un hombre de cristiandad: quería que el Evangelio fuera anunciado a todos los pueblos. Para él las multitudes eran su hábitat. Benedicto XVI es un hombre de interioridades, un intelectual posmoderno. Un hombre que, si pudiera, hablaría siempre de tú a tú”.
Sin embargo, Messori matiza afirmando que “con esto no quiero decir que Benedicto XVI no atraiga a las masas. Navarro-Valls me decía ayer que las audiencias se han triplicado y hasta cuadruplicado. Esto se explica por dos motivos: uno, el efecto imán de Juan Pablo II, que devolvió a Cristo al centro del debate mundial. En el 78, antes de su elección, la crisis de la Iglesia era tremenda: en San Pedro sólo había turistas. El año pasado, en su funeral, ya hemos visto lo que ocurrió. El otro motivo lo explicaba muy bien un periódico alemán: ‘Ratzinger, el académico al que se le entiende’. Benedicto XVI es un profesor, pero con un gran respeto por su interlocutor. Habla con densidad y seriedad, pero esforzándose por hacerse entender. Y esto la gente lo percibe”, señala.